Nota: Una vez escribí que Alfredo Peña, sería de los primeros en irse del chavismo, pese que el conocido columnista estaba “cerca” del presidente.
En efecto, se fue con prontitud, apenas se presentaron las iniciales dificultades o se desenvolvieron tempranas contradicciones. El fundamento de aquella opinión nuestra, estaba en cosas como las que ahora traemos al lector, en un artículo escrito en 1995, cuando Chávez estaba preso en Yare. En lo referente al precio de la gasolina, pese a los trágicos acontecimientos de 1989, los del caracazo, desatados al aumentarla bajo el gobierno de Pérez, una medida por demás antipopular entonces, Peña aparece al lado de Fedecàmaras, solicitando se aumentase de nuevo el precio del combustible. Guerra avisada no mata soldado.
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Alfredo Peña, el de "los Peñonazos de Peña", en uno de sus programas televisados, afirmó que al no aumentar la gasolina, el gobierno estaba beneficiando sólo a los millonarios que, en costosos automóviles, recorrían las ciudades de Venezuela.
Y es demasiado curioso y hasta traído por los cabellos este argumento. Pues es la gente de Fedecàmaras, Cavidea, Consecomercio, etc., de billetes, precisamente quienes tienen esos costosos vehículos, reclaman al gobierno el aumento del combustible.
Pero hay algo más curioso aún que invalida el argumento esgrimido por gente que uno cree inteligente y cristalina, y es que la tecnología de la industria automotriz más moderna sólo construye unidades para el uso particular que consumen poco combustible. De modo que, entre quienes tienen vehículos particulares, sólo los menos afortunados conducen carcachas de alto consumo de gasolina.
Hay un déficit fiscal acumulado. El Estado lo ha venido heredando de políticas que fueron cada vez más irresponsables y demagógicas. Y hay varias formas de conjurarlo. Una de ellas puede ser aumentando la gasolina y el argumento es válido, tomando en cuenta que el costo de producirlo resulta, según los informes de PDVSA, superior al precio que se cobra en el mercado interno.
Pero otra manera de hacerlo, podría ser una política impositiva que redujera los márgenes de beneficios hasta ahora permitidos a la gran empresa. Obviamente, esta salida tampoco le atrae al gobierno porque teme que los inversionistas tomen represalias, saquen del país sus dólares y contraigan el aparato productivo.
En aquella misma dirección, se debe perfeccionar los mecanismos de recaudación tributaria para reducir la evasión. Y son estas posibilidades las que impulsan a los propietarios "de los costosos vehículos” de que habla Alfredo Peña, a reclamar al gobierno que los "sacrifique y les aumente el combustible". Los venados tras los perros.
Pedirle a la población que pague más impuestos es imposible. No sólo porque no puede sino porque paga demasiado. Casi todos los previstos en la Ley, son trasladados al consumidor, al mismo individuo que conduce la carcacha que consume exceso de gasolina y a quien utiliza los vehículos de transporte masivo que, de paso, tendría que pagar más por el pasaje.
Porque es otra mentira decir que la medida sólo afectaría a quienes conducen automóviles particulares de alto consumo de combustible. Porque este es un país que, como resultado del viejo tratado comercial con Estados Unidos y la inconsecuencia gubernamental, prácticamente no posee líneas férreas y toda la producción y los artículos importados, se transportan internamente en vehículos a gasolina. Esto significa que, al aumentar el precio del combustible, el correspondiente a todos los productos de consumo, bienes y hasta los servicios también aumentaría.
Se manipula a la población con respecto a este asunto, no sólo diciendo lo que dijo Alfredo Peña, sino también que los técnicos petroleros sostienen la conveniencia de aumentarla. Pero resulta que esa decisión, más que técnica tiene un alto contenido político y social. Por eso, el presidente Caldera, quien no olvida el caracazo, se toma el asunto con parsimonia y se cuida de jorungar ese avispero.
Descubre la pólvora quien hace uso de la opinión de los técnicos de PDVSA, para defender una idea que nadie niega; pues la medida incluso serviría para provocar cambios en la conducta de la gente que se traduzcan en el uso racional del combustible e impulsen a optar por otra alternativa; pero en lo inmediato, de lo que se trata es que habiendo un profundo malestar y graves carencias en la población, tomar una decisión que ipso facto agravaría la situación, y en base a cifras que aquellos mismos técnicos mencionan, no sólo es peligroso sino injusto.
El Norte
Barcelona, martes 08-08-95.
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