Aquí mi amor, comprando un pedacito de queso importado porque algún gustico se tiene que dar uno para soportar este infierno rojo que nos engulle. Si, my friend, es que uno no sabe cuándo es que le va a tocar. Fíjate en el pobre Guillermo… ¿Cómo que qué Guillermo? Zuloaga, gafa. Es que de tanto verlo, de tanto compartir sus angustias terminé por considerarlo como de la familia. Así como lo dijo aquella periodista de Globovisión, y no te voy a negar que se me aguaron los ojos cuando la oí, pobrecita. Porque la gente decente vive, trabaja y lucha para llegar a ser como Guillermo, así que pensar que Guillermo es uno más de nosotros hace más llevadera esta agonía cubano-apocalíptica.
¿Porque quién empezó, ah? Porque el loco ese pretende tratar a un Zuloaga de tu a tu y de paso secuestrarle sus camionetas y animalitos disecados, invadiendo la lujosa y privadísima propiedad de este venezolano que lleva más de cuatrocientos años viviendo en nuestro país...
¡Ay Olgui! Es que me da no sé qué con el pobre Guille y con los americanos, Olgui, tu sabes bien que esa gente es tan ordenada: los ricos con los ricos, la chusma con la chusma, como debe ser, amiga, porque esa merienda de negros que quieren montar en mi bello país… ¿A donde va a parar todo esto? ¿Los has visto tomando whisky 18 años y viajando al exterior? Y uno sin cupo y sufriendo una horrenda escasez de whisky porque estos comunistas ahora les dio por ser iguales.
Para colmo le dicen especulador a Guillermo, sin tomar en cuenta que da empleos en cambio, fíjate, que hasta lo invitaron al Congreso en Washington donde tuvo el valor para denunciar a este paisucho en el que nos tocó por mala suerte, mi amiga, porque hay que ver que habiendo tantos países decentes, incluso algunos tan cercanos como Colombia, viene uno a nacer aquí. Por eso yo aplaudo a Guillermo, porque solo un valiente es capaz de decir la verdad en pleno Capitolio. Que sí, chica, que somos una amenaza para los intereses de los USA, y eso da pena, imagínate, con razón nos niegan la visa de turista, porque al final ¿Qué va a saber ese encantador gringo de la Embajada si yo soy una venezuelan decente o si soy una del montón? Y eso que a uno se le nota que no viene de abajo, pero al final pagamos justos por comunistas.
Besitos que me voy… ¿Qué? ¡My god! Con esto de Guillermo casi se me olvida comprar el quesito... es más, me llevo dos. Chao, amigui, bye bye.