Detrás, de fondo, observé a Pompeyo Márquez con una cara de “param pam pim”, de comparsa, segundón o acaso tercerón o cuarterón; en resumen, de relleno visual-no más que visual-a las burdas declaraciones exaltadas del adeco necio.-
Confieso que, ver a Pompeyo Márquez como una cifra decimal alejada de la coma me produjo un sentimiento contradictorio porque evoqué, al tiempo, respetuosamente, su pasado que aún cuando ya diluido en la inconsistencia, verlo disminuido en la insignificancia y el ridículo como a cualquiera de esas niñas llamadas “Cheerleaders”, me ha conmovido de modo triste.
Medio siglo atrás, la idea de ver a Pompeyo Márquez ser menos que nada, era improbable desde todo punto de vista para un joven rebelde como yo, entonces; Inclusive, en mi caso, haberme formado a la dura, a la machimberra, pero con mentalidad abierta-lo que supone un alto nivel de tolerancia para con todo y para con todos, excepto para con respecto a los desertores-ver a Pompeyo Márquez como un gatico, tiene que producirme sentimientos encontrados, difíciles de descifrar a lo loco.
¿Qué está detrás de todo esto?
¿Cómo descartar que el departamento de estado norteamericano, el pentágono, la casa blanca y el complejo militar gringo haya podido imponer su ley para enloquecer a tantos?
¿Es-por ejemplo- Pompeyo Márquez
un enfermo, una víctima?
A los enfermos se les cura y se les considera hasta tanto se recuperen en lo posible, de su racionalidad (dado el caso).
Hasta en la guerra debe haber cierto acuerdo, uno de ellos es el respeto a los enfermos y a los heridos-revisar convención de ginebra (valga en minúscula)-luego, tratar de salvar a Pompeyo Márquez, vale.
¡Valga, por favor, señores opositores, respetar a Pompeyo Márquez!
¡“Déjenlo un poco en ….z”!
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