María Corina matando canallas con el bravo cañón de soledad

 ¡Qué vaina de hombre! O mejor, como suele decir María Rodríguez, ¡qué hombre tan terco!

 La vez pasada tuve que gritarle, como si estuviese en la orilla de la playa, ¡con mis hijos no te metas! Lo hice con calentera. Créelo, con miedo también; porque me dijeron, por esos medios esclavos de la verdad sin tapujos, ni cortapisas, incapaces de deformar una noticia y menos eso que los oficialistas llaman sesgo, que el “condenao” nos iba a quitar los muchachos, previa reforma de la Ley de Educación.

  Hasta había iniciado unos cambios en Miraflores y el Fuerte Tiuna, para meter allí a todos nuestros chamos. Él, su mamá y hasta la difunta Lina Ron, se iban a encargar de criarlos. A una, sus madres, solo las dejarían verles los domingos. ¿Imagíname visitando todos los fines de semana aquella guarida y viviendo lejos de mis hijos? Eso además, sería una raya.

  Menos mal que nos pusimos los pantalones a tiempo; le gritamos aquello de ¡con mis hijos no te metas!, y le paralizamos. Estuvieran ahorita los muchachitos viniendo entre esa chusma de damnificados que ´el se llevó para allá días atrás. Hasta verruga tendrían. Y nosotras las madres, teniendo que dar teta en aquel antro, porque hay que había que darla para que crecieran sanos y no dejarlos en mano de aquella gente que le hubieran dado leche “Los Andes”, de esa bolivariana que desnutre.

  Ahora la cosa es diferente; soy diputada, como quien dice con una teta nueva pues, con suficiente leche, aunque nadie consiga en veces en la calle ni siendo chavista, con derecho de decir lo que me venga en gana porque tengo inmunidad, lo que es una cuarta teta. Sin ocultar, porque es inútil, que sigo especulando.

  Con más razón pues para que esa aberración, intento diabólico, a través de la Ley de Milicias, de militarizar las escuelas, desde el kindergarten, no prospere.

  Nuestra gente, la que gobernó poco tiempo, desde 1958 hasta 1998, porque “cuarenta años no es nada”, jamás intentó cometer ese desmán pese a que era necesario para defender la democracia. Tanto es eso verdad, que de los nuestros, muchachos y muchachas, esos nacidos y criados en el Country Club, La Lagunita y en parte del este caraqueño, antes que se fuesen para United State o Europa, jamás pisaron un cuartel, ni de oficiales, porque eso es cosa de chusma. Gente sin talento, sin futuro, con espinillas y nacida sólo para obedecer.

  Los chavistas dicen que “la formación premilitar”, que adecos y copeyanos de orilla, contra nuestra voluntad metieron en la escuela, es lo mismo de ahora. Es más, el ministro de la defensa, asegura eso y niega que se trate de un contubernio para que de alguna manera, nuestros hijos vayan al ejército a recibir instrucciones de ellos. Que en fin de cuentas son chavistas y balurdos. Pero eso es mentira; a aquellos muchachos se les enseñaba a mirar hacia el este y el norte, a soñar ser como nosotros. La patria es una entelequia, no existe ni nadie amenaza lo que vida no tiene. El norte dejó de ser una quimera.

  Eso de defender la patria, marchar, ejercitarse bruscamente y poner a todos, lo nuestros y los de ellos, revueltos como en un carato, es comunismo puro.

  Como diputada que soy, no voy a permitir que a un carajito, una criatura de kindergarten o de lo que llaman educación inicial, le pongan un uniforme verde oliva, le guinden una ametralladora punto cincuenta, un fusil de esos que llegaron de Rusia y hasta uno de aquellos cañones que Silvio Rodríguez prestó a Soledad Bravo, cuando ésta se ocupaba de eso, para que matase tigres y canallas; en definitiva, una horrible arma de guerra.

 El plan del zambo es que nuestros niños aprendan a matar desde chiquitos, carguen su enorme arma de arriba para abajo, y controlados, monitoreados  mentalmente, en lo que pestaña un mono, ¡pum! nos metan mil balazos.

  Por eso, de aquí, de esta cámara me voy para la calle a gritar de nuevo, como en los viejos tiempos, cuando “especulaba pero daba empleo”:

  “¡Con mis hijos, ni de vaina, te vuelvas a meter!”.

  Dio espaldas a las cámaras, esperó apagasen los micrófonos, soltó estruendosa risa y luego dijo eufórica:

 ¡Me la comí!


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Eligio Damas

Militante de la izquierda de toda la vida. Nunca ha sido candidato a nada y menos ser llevado a tribunal alguno. Libre para opinar, sin tapaojos ni ataduras. Maestro de escuela de los de abajo.

 damas.eligio@gmail.com      @elidamas

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