El 15 de agosto de 1971, el presidente Nixon hizo un anuncio sorprendente: La suspensión de la convertibilidad del dólar y el oro, desmoronando el sistema Bretton Woods, aplicado desde 1944. Nacía el nuevo capitalismo que le da libertad a Washington para, desde El Departamento del Tesoro, establecer lo que considera son los valores globales de la economía norteamericana; suerte de PIB transformable en papel moneda.
Esta desregulación crearía la libertad radical del dólar para permutarse como moneda mundial, dando impulso a la actual globalización neoliberal. Dicha maniobra se convierte en doctrina. La universidad de Chicago es la primera en darle cuerpo teórico y hacia 1973 gradúa las primeras promociones de economistas conocidos como los Chicago’s Boys, que van a tener especial influencia en todo el globo. Desde Suharto, pasando por Pinochet, Thatcher, Videla y CAP, hasta Reagan; todos serán fanáticos adoradores de los recortes fiscales y de la desregulación estadal de la economía. Milton Friedman, Joseph Schumpeter y Friedrich Von Hayek son los gurúes de este culto oracular: su Dios el mercado y sus templos: el BM, FMI. Allí comenzará la cruzada de 40 años, la “revolución conservadora”.
Para ellos, la crisis es “natural”. Con Schumpeter, afirman que siempre es necesario pasar por una fase de contracción para depurar la economía reduciendo puestos de trabajo, acelerando la innovación tecnológica, privatizando, auxiliando a los bancos más saludables y competitivos, estimulando aquellas ramas de la producción que sobrevivan al sacudón de un ciclo. A esto lo llaman “destrucción creadora”.
Toda crisis trae un costo de transición para que el Estado mínimo sustituya al Estado del bienestar. “Se pierde y se gana, lo importante es que continúe el juego y la lógica del sistema se salve.
La mano invisible del mercado reparará los daños”, dice el austriaco Von Hayek, para quien las regulaciones crean burocracia. Para él, un Estado grande limita al mercado hasta asfixiar las interacciones sociales de la libre competencia en todos sus niveles. “La iniciativa privada tiene que derribar al Estado providencial para darle paso al mercado, quien siempre tiene la razón”.
Estos conceptos pretendidamente técnicos y científicos, no son más que la mascarada ideológica del rezo neoliberal. Verdad de aquellos que creen que la propiedad privada sobre los medios de producción es la única institución necesaria, por encima de la propiedad individual y los intereses colectivos.
“El Estado debe garantizar las inversiones en nombre de la justicia social. La redistribución de las riquezas y el desarrollo humano sólo es posible desde la iniciativa privada individual y la lleva a cabo el mercado”. Frases como esta, cargadas de tufo brujérico y naftalina metafísica, pueden ser encontradas en sus dos obras más conocidas: EL CAMINO DE LA SERVIDUMBRE y LOS FUNDAMENTOS DE LA LIBERTAD. ¿Y M Friedman?: “El libre mercado es un sistema científico perfecto en el cual, particulares que actúan en su propio interés crean, para todos, la mayor cantidad de ventajas posibles. El Estado sólo interviene para imponer al mercado con mano dura”.
Tienen una receta: desregular; privatizar; desfiscalizar; reducción de impuestos a los grandes capitales; eliminación de barreras arancelarias; supresión de las subvenciones de ayuda para estudio, vivienda, vejez, pensiones; eliminación de la gratuidad de los servicios básicos, salud, educación, transporte y toda la seguridad social, entendida como gasto y no como inversión; eliminación del control de cambio; contratación individual para quebrar el poder sindical. En 1976 llegan a proponer la necesidad de desnacionalizar las monedas y Bancos Centrales, para que el dólar circule libremente. ¿Más sobre esto? pregunten en la MUD.
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