El señor Capriles debe tener un closet lleno de máscaras, una para cada ocasión pero la de progresista le fue arrancada en seco.
No es más que un portador de máscaras; en sí él es, a su vez, una máscara de Obama.
Usar máscaras y contra máscaras tiene una o más razones algunas veces non sanctas, tal es el caso pero, hay que darles julepe con butría tanto al lacayo como al patrón, hasta descorrerles el velo y mostrarlos ante el pueblo tal cuales son en el fondo.
Sin moralismos pero sin dejar de considerar la reflexión estética y moral a la que Aristóteles hacia referencia cuando planteaba la mímesis del hombre, es el caso ahora de una extrema perversión de valores morales, el pretender engañar a todo un pueblo.
Sí juegas al futbol, engañar al contrario para meter la pelota entre la red o acaso el pescador que engaña al pez para capturarlo, es de otra connotación y ahí, inclusive me inscribo pero, pretender engañar al pueblo es imperdonable.
En resumida cuenta, estamos-en sentido lato- en una confrontación entre valores y contravalores, entre patriotas y apátridas, entre liberación y esclavitud, entre revolución y contrarrevolución, entre socialismo y capitalismo.
No es hora de estrategias de neutralidad sino de ser radical frente a la pretensión imperialista porque la soberanía de Venezuela está en juego y el amor a la patria no debe ser optativo sino cabal.
Capriles debe salir del closet sin máscaras y sin temor a decir sus verdades porque el pueblo venezolano es grande, comprensivo, inteligente y muy respetuoso, por lo que merece que le hablen con franqueza.
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