Hay frases fulminantes, lapidarias, que brotan de la sabiduría popular y retratan al instante una realidad inobjetable; ejemplo de ello la que oí recientemente en la esquina caliente, referida al candidato opositor: “Capriles Radonski es más aguao que bailar lambada o bolero con mi mamá”.
En Caracas y el estado Miranda donde se suponía que la noche del 12 de febrero –Día de la Juventud– se iniciaría la “Capriles manía”, con fiesta, “la noche loca”, pitos al estilo Piñerúa, caravanas, cohetazos y fuegos artificiales en las urbanizaciones del este, etc., no pasó nada de eso, todo lo contrario, ese día inició el candidato opositor su aguao y tormentoso camino.
Cuando se compara a Manuel Rosales, candidato opositor de las pasadas elecciones presidenciales con Capriles Radonski, nos damos cuenta que Rosales fue sincero y audaz, nunca se mercadeó a Rosales como un líder.
En cambio Capriles Radonski, se le ha vendido, mercadeado como un aristócrata –“individuo educado, adinerado de alta alcurnia”– inteligente y gran estadista.
Para los opositores sensatos (aquellos que mantienen la capacidad de razonar, contrastar y dudar) y los simpáticos escuálidos (aquellos que lo asumen con humor y bromean con los chavistas) el candidato opositor debe ser denunciado en el Indepabis por oferta engañosa, un copión, intelectualmente incapaz, que quiere imitar al presidente Hugo Chávez y mimetizarse con la izquierda.
Capriles ya ha gobernado, su gestión como gobernador del estado Miranda es mediocre, tiene el mayor índice de criminalidad de Venezuela y no tiene ni una obra digna de mencionar para los mirandinos.
La verdad es que el candidato opositor sólo cuenta con el apoyo de un minúsculo sector disociado que ha sido sometido a la globotomía, y está lleno de odio.
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