Qué vaina, estoy salado, pero no hay mal que no venga por bien, es que tengo la chispa atrasada, me entero de la ardiente realidad, en diferido.
Ya sabía yo el antecedente de que “Capricho” Radonsky había montado un espectáculo en una universidad, con unas muchachas bailando bien bueno y pensé que eso no tiene nada de malo sino todo lo contrario; el baile es la poesía del movimiento, dijo El Libertador.
Mas, fue anoche cuando miré en la pantallita la cuestión y supuse que eso no era espontáneo sino grotesco, un insulto a la mujer.
Digo desde una postura de cero moralismo, que eso fue deprimente, la prostitución de la política, y se notaron los rasgos de la asesoría gringa, una cultura en la que las llamadas “Cheerleaders”, pagadas mal pero pagadas, enervan la libido del público para que, en tal estado emocional, se proceda a inocular un fatídico mensaje al área insconsciente del cerebro.
No soy feminista pero, permítaseme pedirle a Capriles Pinocho-“Capricho”-que respete a la mujer, que si él quiere prostituir la política que intente hacerlo, para eso estamos nosotros listos en combate pero que no agreda a la mujer, la mujer debe respetarse como tal, ya el hecho político es otra cosa distinta.
¡Ese no es el camino!
El Señor Capriles se pasó de la raya con el deprimente acto de usar a esas niñas como en un cabaret y precisamente en el podio de una universidad, hasta el rector debe ser investigado por Fiscalía Pública como instigador a la ofensa contra la mujer.
Haber mirado la chocante exhibición, en frío, con la cabeza fresca, fue lo que me permitió escarbar el trasfondo de esa cobardía escuálida.
Nota: Y, no soy un mojigato pero creo que estamos a tiempo de parar esa tendencia.
¿Qué esas muchachitas bailan que da gusto?-Sí-¿A quién no le gusta un dulcito de coco? ¡Pero, no era el caso, cada cosa tiene su contexto apropiado!
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