La verdad que uno se satura de paciencia para oír cada trastada de la oposición, y no logra aquietarse en sus espantos. No pueden de ninguna forma ni manera, sorprender con su campaña de vilipendios a la noble fe de la revolución que Chávez timonea y salen con cada cosa, que lo menos que produce es un fulgurante rubor.
Menos aun pueden desnaturalizar los pronósticos de las encuestas que dan gruesa ventaja a la revolución para obtener el triunfo en octubre y entonces maquillan cuando no fraguan, estudios de una opinión electoral desde hace meses cuadrada con la candidatura del presidente.
Se atreven con una torpeza que sólo una inepta imaginación puede deslucir, a desfigurar documentos oficiales para mal poner honestos militares y las instituciones que representan.
Hasta se han aventurado, con un nivel de desafío rayano en la desesperación, a realizar visitas y operaciones de campaña en lugares indiscutiblemente chavistas, con el agravante de perpetrar actos de provocación diseñados con maliciosa anterioridad.
Y ya cuando las acciones de aviesa temeridad no les producen el resultado que afanosamente esperan, vuelcan sus actitudes socarronas al tacto de sensibles aquelarres. Y voltean sin escrúpulos, su ladina vista a la figura de El Libertador. Entonces llaman a un desconocido dado de analista genealógico, para que suelte el aderezo de que el candidato es sobrino de Bolívar.
Y lo hace el descarado. Y el candidato se hace el loco, pero no lo desmiente. El poco ingenioso candidato, que ni siquiera se atreve a denominar de bolivariana a la Constitución que el pueblo se dio, quiere ahora recomponer su desvergüenza anti bolivariana con un remiendo de papel tostado. No es necesario ser un especialista en análisis transaccional, para entender que el ardid es una torpe travesura.
El mismísimo mensajero de la candidatura que despacha desde la Alcaldía Metropolitana de Caracas, pudo deslizar una frase imprudente, que desnuda con patética franqueza, las posiciones históricas del antibolivarianismo. Todos al unísono parecen corear a gritos sus propósitos de enterrar para siempre el ideal bolivariano.
Pero eso si, aprovechando su genio, al que inútilmente pretenden hurtar, con la figura obscena de un sobrinazgo decapitado por la historia.
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