Mal que nos pese, las erráticas acometidas del gobierno nacional no han hecho ni más ni menos que desprestigiar el socialismo por todas los terrenos de este continente y el mundo. Si no se cree, es fácil fijarse en los números electorales de varios países latinos donde la izquierda, como exponente mundial del socialismo ha ido a la cola de las simpatías ciudadanas. Ya Bolivia, con un Evo que empieza de hechos a deslindarse de Maduro, no quiere, ni siquiera en la alta diplomacia, hablar de los jefes gubernamentales venezolanos, mirando con desparpajo el espejo triste de una imagen de Venezuela terriblemente demacrada.
Y el venezolano, elemento receptor en alma viva de toda esta debacle socio económica nacional, muestra entre sus deficiencias existenciales, la trémula realidad de un gobierno en el que una vez creyó capaz de sortearle sus mejores designios. Pero que va. La patética imagen de ver a un vicepresidente de economía en cadena nacional de una alocución dando balances del nuevo sistema cambiario y salarial y decirle en la cara al presidente, que lo importante es "presidente, que estamos aprendiendo economía" es un lastre para el país que cualquier novel inversionista internacional no pasaría por alto, en aras de alejarse lo más posible de Venezuela.
La ineficiencia combinada con la soberbia política y la improvisación tienen a Venezuela en una larga agonía cuyo desenlace no es fácil prever. Pero si el gobierno no da un timonazo que conlleve a la recuperación económica pasando por el incremento de la producción petrolera ya diezmada por el clientelismo anacrónico y la contención del proceso macro inflacionario que bordea la locura, no se puede pensar en otra cosa que no sea el desmoronamiento de la revolución. Pero tampoco se puede creer mucho en eso del golpe de timón. Pues, cuántos motores a razón de un impulso a la economía no se han tratado de imponer, cuando tales instrumentos ni siquiera lograron hacerse notar en existencia.
Pero ya desde la perspectiva macroeconómica no hay nada que ver sino lúgubres resultados. Aguas abajo donde el populacho bate el barro para subsistir, es donde se ve desnuda la desgracia. Se muere el venezolano más joven hoy, porque es escuálida la asistencia hospitalaria. Se muere el venezolano de mengua porque los alimentos y medicinas tienen precios inalcanzables. Se muere el venezolano porque la delincuencia hace estragos en barrios y urbanizaciones.
Agoniza el venezolano porque anda a pie de pueblo en pueblo ante un transporte que a lo mejor apresuraría sus menguas. Y queriendo salir de tal penuria, se va el venezolano allende de los mares, en muchos casos acelerando con prontitud sus amarguras. Es cuando la inopia busca en sus estragos motivos de supervivencia. Es muy difícil pensar que algún presidente pueda tener la idea del genocidio y ese no es el caso del presidente Maduro.
Pero si es posible pensar que si después de tantas políticas fracasadas, el presidente no sea capaz de redimensionar el gobierno en función del bienestar popular, entonces se puede afirmar que el presidente Maduro borra trepidantemente su nombre de las paginas venerables de la historia.