Benjamín Franklin inventó el pararrayos y Thomas Alva Edison el bombillo pero Mario Benedetti fue más lejos al transitar los confines de la poesía para inventar la corriente eléctrica y la luz, propiamente.
Atrás dejó la tensión de una corriente que hace estallar los circuitos, con subidas y bajadas de voltaje, para describir las virtudes de un contorno eléctrico especial y autopropulsor que, en medio de un eclipse feliz dispara el dispositivo que enciende un par de corazones.
Dice Benedetti que no valga aislante alguno de por medio …/ puesto que una mujer desnuda y en lo oscuro / tiene una claridad que nos alumbra / de modo que si ocurre un apagón / es conveniente y hasta imprescindible /…/ genera una luz propia y nos enciende / es una vocación para las manos / y para los labios es casi un destino / el cielorraso se convierte en cielo /…/ (sin el adjetivo queda el sustantivo).
Se trata de un poema terrenal sin dogmas ni artificios, del uruguayo poeta Benedetti y, más que una poesía eminente, valga decirlo así, es un recurso propio para épocas de apagones en noches sin Luna.
A Benedetti se le admira por su ejemplo de vida, siempre al lado del pueblo y el legado de su pensamiento creador y revolucionario, que es enorme, ha de ponerse al alcance de los niños para cultivar la sensibilidad, nada mejor.
Hay que educar los sentimientos. La obra sobresaliente de grandes poetas como -además- Neruda, Andrés Eloy Blanco (Canto de los hijos en marcha), de seguro son referencias vitales que contribuyen a entender de manera cabal, el pensamiento suramericanista, tan necesario para adelantar los procesos de integración latinoamericana.
Sin asumir como desiderátum las respectivas creaciones de estos hombres, yo me atrevo a vaticinar que, gestas históricas como las del Ché no serían fácilmente asimilables si antes no se han educado los sentimientos y nada mejor que entrenarse en la poesía.
Para entender al Ché, por ejemplo, la juventud debe estar impregnada de grandes sentimientos de amor y eso se logra no con cuentos de hadas sino con el uso del lenguaje al servicio de la política, tal como en las creaciones de Benedetti, de Neruda, de Andrés Eloy, que han trazado caminitos que conducen a verdades infinitas que enseñan a mirar en gran perspectiva y con ello dejar atrás la nociva visión fragmentada de la realidad, propia del vivir en capitalismo.
Y, es que al entender al Ché, la juventud puede avanzar con determinación hacia la constitución de un mundo solidario, de justicia y de paz sustentable que, dicho sea, el mundo socialista.
Un verdadero poeta le sabe escribir al amor en todas sus manifestaciones, con propiedad, y es a eso, precisamente, a lo que me refiero. Mas, no he dejado de referirme expresamente ahora, al más sublime.
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