El video del diputado Juan Carlos Caldera fue un escándalo vergonzoso en el cual la MUD y el candidato del paquetazo neoliberal escondido, Henrique Capriles Radonski, debieron exigir una investigación rigurosa al respecto. Eso era lo más sensato. No sojuzgarlo, ofenderlo, ni denigrarlo.
Porque hay que aclarar que Capriles se pronunció de inmediato al respecto, pero no para pedir una averiguación seria, responsable, acorde con su investidura y la magnitud del caso, sino con la finalidad de hacer de Pilatos y descalificar al parlamentario pese a ser uno de sus más allegados.
El aspirante de ultraderecha asombrosamente por un lado, condenó a Caldera aún cuando se supone que desconoce el trasfondo del video y, por otro, estaba al frente probablemente de uno de sus mejores amigos. Otro político respetable en esas circunstancias -así lo involucren- hubiese sido más comedido.
Con respecto al video se pueden hacer cualquier cantidad de presunciones, establecer innumerables hipótesis: hay manejo de dinero, hablan de un jefe, tratan de cuadrar una reunión con Capriles, creo que existen suficientes elementos para pensar en un hecho punible, más con la fama de corrupta de Primero Justicia, cuyos orígenes se remontan al desvío y malversación de fondos de PDVSA, trasegados vía Leopoldo López en dos cheques por 85 millones de bolívares a favor de esta organización política, cuya recepción firmó Julio Borges el 23 de diciembre de 1998, tal como lo recordó recientemente Ramos Allup.
Pero más que a las premisas y las especulaciones que se ciernen en torno del caso, lo que quiero destacar es el trato que le da Capriles a Caldera, porque eso habla de algo muy importante en un candidato: su calidad humana, ecuanimidad, equilibrio, sobriedad, prudencia, escrúpulos. No quiero decir que se deba ser blando con los corruptos, pero implicado un amigo y sin supuestamente tener la certeza de que está comprometido en actos que riñen con la moral y las buenas costumbrea, no tenía por qué llamarlo pantano. ¡Así no se humilla a un hombre! Ni los hampones se tratan de esa manera.
Yo estoy cansado de ver por la televisión la captura de delincuentes, incluso, personalmente dada mi condición de periodista, y ni los policías ni los jefes aluden a los bandidos como Capriles Radonski se refirió a Caldera públicamente.
Que puede ser más violento y descorazonador con todo y que lo califican de deporte, que el boxeo, sin embargo, hay peleadores que al comprobar su superioridad en el ring hacen alarde de su técnica limpia, humana, sensata y cuando ponen al contrincante contra las cuerdas si éste no reacciona, mantienen el espectáculo del combate, pero evitando los puñetazos que puedan quitarle la vida. Capriles hizo lo contrario. Y cuando se esperaba que fueran los chavistas quienes remataran a Caldera, fue él quien, en la lona, le propinó el golpe de gracia para que no pudiera levantarse.
Y eso no hace más que confirmar lo que se dice de Capriles. Ya se sabe lo que es capaz de hacer cuando ve comprometidos sus intereses. A los amigos los humilla y los que considera enemigos los pone en peligro de muerte. Recuerden -porque esto se sabe de sobra y no hay que repetirlo- la situación que hizo vivir al personal diplomático de la embajada de Cuba en Abril de 2002, a quien le suprimió los servicios básicos como el agua y la luz, y al ministro de interiores de entonces, Ramón Rodríguez Chacín, exponiéndolo a un grupo de gente enardecida.
Lo más cómico es que ante el video de Caldera, sin duda, una de las peores acciones que ha cometido Capriles en esta campaña electoral después que redujo las mujeres a las pantaletas –que si nos ponemos a contar son unas cuantas-, la oposición pregona que ha sido una de las salidas más efectivas, inteligentes y diligentes que el hombre pueda haber ejecutado como candidato. Lo halagan y hasta son capaces de llamarlo estadista.
Ahora, si Capriles es un estadista, amigas lectoras y lectores, ¿que será para la oposición un estadista?
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