El alto clero es históricamente adversario de la reforma porque teme que una reforma traiga otra reforma y así, una cadena de reformas.
No chamuscaré mis manos por Martín Lutero ni por Juan Calvino ni por otro religioso porque la degradación del sacerdocio siempre ha existido, aunque no siempre ha sido visible.
Ahí la reforma no basta, la corrupción de la iglesia se manifiesta por todos sus poros; acá en Venezuela la Conferencia Episcopal se cree superior al Estado y esa es una razón por la que la fe se ha relajado, la gente está inconforme con la iglesia y tímidamente aboga por una reforma, desde abajo, desde donde está el cura de parroquia, pero el alto clero retruca con la contrarreforma y en ese tira y encoge se debate esa gente.
Siempre ha sido así desde hace siglos, la iglesia católica vive entrampada en una aporía perdurable y las demás religiones, por igual.
La decadencia de la iglesia tiene su expresión en prelados como el corrupto y corruptor Monseñor Porras, abusivo que se atreve a calificar al pueblo de parásito y nunca antes fue más valedero eso de que quien escupe pa´ arriba le cae la pellá de saliva en la cara.
¡Y, la burocracia pontificia no dice ni pío ante tal atropello contra el pueblo venezolano!
¿Qué puede esperarse de esa gentecita que durante la Santa Inquisición rociaba los instrumentos de tortura con agua bendita?
Nadie sirve para todo pero hay quienes no sirven para nada, helo ahí.
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