Después de los resultados del 7-0, cuando se aporrearon de nalgas un montón de encuestólogos (entre ellos incluido quien escribe, pero quien no es encuestólogo, por cierto, y ello lo descarga un poco), bastante tendría que ser la rectificación ha realizar, por no hablar de lamentaciones.
Y digo "lamentaciones" porque tal debiera ser en algunos casos la acción a acometer, en vez de la honorable "rectificación" que te da el hecho poder reconocer el yerro. Porque no otra cosa sino el harakiri político o comercial tendrían que afrontar quienes, llevados por la mano peluda de la conspiración política (¿qué otra cosa uno puede pensar a contrapelo de tan avasallantes evidencias?), dieron al candidato vencedor como perdedor. Léanse, entre ese mundo tan delimitado de la encuestología venezolana, las firmas Consultores 21 y Varianzas.
Ambas franquicias numerológicas dieron fe de un Henrique Capriles in crescendo, además de ganador final, por encima de un depauperado Hugo Chávez, después de todo, como sabemos, tajante ganador, como lo indicó el resto de las encuestadoras, algunas hasta por 20 puntos porcentuales.
El punto no es la inflexión o la intransigencia política, es decir, que tales empresas estaban en la obligación de conocer el futuro y dar con el candidato ganador porque sí, no teniendo ahora que andar escondiéndose bajo la sombra de la vergüenza política y empresarial, como se supone subsisten por ahí. El punto es que, si tú acometes una empresa científica para intentar encontrar algo, lo lógico es que te apoyes en herramientas de última hora tecnológica y no en los consabidos rudimentos esotéricos de siempre, como el uso de una bola de cristal, por ejemplo, cosa que al parecer fue lo hicieron las mencionas firmas de marras, en medio de la más oscura noche y con el agua turbia, de paso.
Pero es el caso que el cuento no termina allí, puestos a buscar excusas salvadoras. ("No, que la bola de cristal me falló, y punto. ¿Qué culpa tengo yo? Son los arcanos y ya, insondables como siempre"). Vienen los barruntos, por mejor no decir sospechas o quintas patas de gatos. Desde que el pulpo Paul salió a la luz pública adivinando futuros ganadores en un mundial de futbol, no puede haber justificación para yerros tan garrafales en firmas encuestadoras mínimamente tasadas como serias. Es humillante errar de manera tan grotesca.
Así que, adentrados en el siglo XXI, atiborrados con tanta ciencia y dispositivos tecnológicos para la certeza, no queda más que decir que estos señores y firmas no son más que unos inmorales sinvergüenzas, injustificados inclusive en el caso de manifestar haber utilizado las tales bolitas de cristal. Ergo no es difícil construir el siguiente sintagma: o fueron comprados o pactados andaban con el tan vociferado "Plan B" de la injerencia mediática extranjera para desconocer los resultados electorales y agredir a Venezuela. Tremebundos sinvergüenzas, para un caso, tremebundos traidores patrios, para el otro. Cualquier escogencia da inmoralidad. No otras alternativas dejan el raciocinio, el libre pensar, la opinión pública, la divina razón y hasta las mismas matemáticas que ellos mismo tanto pervierten.
Por otro lado, ya más saludable, son destacables los aciertos de las firmas GIS XXI y Datanálisis, quienes bosquejaron un escenario aproximado (la primera) y una precisión de diez puntos porcentuales (la segunda, cifra que también acertó la primera).
En el caso concreto de quien escribe, quien lleva un blog y el único financiamiento que recibe para escribirlo y decir sus "verdades" es el de su corazón y razón, se quedó corto (estimó 5%) en cuanto a calcular la ventaja de Chávez sobre Capriles, que ya sabemos fue superior al 11%. En su bitácora se explica en detalles el método al cual se acogió (http://zoopolitico.blogspot.com/2012/09/ojo-con-el-triunfalismo-chavez-523-y.html), mismo que consistió, fundamentalmente, en calcular una media histórica de crecimiento y decrecimiento electoral para, finalmente, aplicárselo a los candidatos. Dio 52 a 47%. Ni leyó el autor una bola de cristal ni se vio en la obligación de despanzurrar aves para contemplarles las vísceras, como era uso entre antiguos y como parece, aún, ser uso entre las firmas mencionadas.
Pero hay más.
Entre los semanarios que este escribidor consulta (¡que son todos!), destaca con especial inteligencia Las Verdades de Miguel. La peculiaridad para el énfasis es que, por un lado, su editor, Miguel Salazar, se manifiesta como acérrimo hombre de izquierda, al grado que vota por el Partido Comunista de Venezuela y no directamente por Hugo Chávez o su Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV); y, por el otro, siempre se precia en su semanario de ser un proyectista electoral acertado. ¡Pues bien, amigo Miguel, te sale también escribas tus líneas de rectificación! Y no tanto por la cifra final que proyectaste, que fue 53 a 47% (ver semanario Nº 410), mismas que nadie puede criticar, pues tus métodos de cálculo tendrás, sino por ese escrito final guabinoso (p. [24]), casi de despedida a Hugo Chávez, a quien mandas a un "merecido" descanso y le recriminas el no haberte concedido una entrevista durante su gestión, ya menguante y rayante en lo pretérito, como es el tiempo de la mayoría de los verbos utilizados en el escrito. Casi se podría decir, don Miguel, que nada censurable ante la moral revolucionaria tiene vuestra última página si no fuera por ese sesgo "guabinoso" que este escribidor interpretó y que pareciera jugar con ese doble discurso del acomodamiento político: el de la despedida dicha y el de bienvenida a un eventual Henrique Capriles Radonski como flamante presidente de Venezuela. Como si se dijera que con semejante actitud alguien pudiera aferrarse a la pulpa de un nuevo cambur en emersión pero sin terminar tampoco de soltar la vieja concha política del que se hunde.
Dígase falta de definición política e ideológica ante un desenlace muy probablemente adverso, como el temblorosamente pintado en el semanario, teniendo en cuenta que en esa hora fatal es cuando se asumen posiciones, sin ambigüedades, de cara al futuro con la suerte definida en las ideas, más cuanto si alguien se precia de izquierda, así se trate del responsable de un periódico al que siempre sí se podrá excusar siempre por aquello de la busca de la objetividad. Al menos ese fue el último sabor del papel. Una notita personal sobre el inminente eclipse ideológico, con daño arrasante sobre el alma de las convicciones, habría caído un mundo de bien sobre el lector; cualquier cosa menos ese guabineo al estilo saltimbanqui de un Teodoro Petkoff ("estamos mal, pero vamos bien") o de un Pompeyo Márquez. ¿No arrastra la política a todos, inclusive a los intelectuales agazapados entre los intersticios contemplativos de una pared? La política es el remolino de lo vivo pensante. ¡El triunfo de Capriles suponía el derrumbe del país y de sus valores soberanos, y, para un periódico, no se atisbaba otro modo de acomodamiento al sistema que la clandestinidad o la complacencia! Y del diario parecía soplar mucho de este viento último.
Es opinión del presente escribidor, míster Miguel, que sin embargo no dejara de leerlo. El otro punto es el de las gobernaciones: Las Verdades de Miguel pintó un panorama nacional de 9 perdidas, incluidas las correspondientes a los estados más poblados (ver semanario Nº 409, p. [24]), lo cual contribuyó a reforzar la imagen de un Chávez desbancado, apenas baluarte en los estados deshabitados. El resultado final fue que Chávez hizo una casi completa barrida sobre el mapa de Venezuela. ¡Cómo para amordazar un poco la intemperancia, eh!
Finalmente, un comentario sobre el periodista Nelson Bocaranda, empezando por una pregunta: ¿se requiere reputación para ejercer el oficio en el gremio? Lo dicho es porque desde hace meses mantiene agonizante en sus columnas a un Fidel Castro que ha poco habló y mandó al diablo a medio gallinero mediático especulador, ufanándose de muy buena salud. Luego de lo cual, en especial si se ha asegurado la muerte de alguien con todo un torrencial de presuntas fuentes de información de primera mano, no se sabe qué queda más por debajo, si el tintero o la moral del quien la convierte en excreta líquida. ¿Entonces? ¿Se puede continuar la faena "periodística" como si nada, matándose a quien se le asome en ganas al chapucero, difamando, hostigando, calumniando, desestabilizando y tantos otros "andos"?
Un cambio generacional es lo que requiere la patria, que oblitere tanto gen viejo e incorpore más dinámica de futuro en su información cromosómica. Treinta años dura una generación, al decir de José Ortega y Gasset. ¿Cuánto faltará?