La oposición adora el vacío. Pero no la oquedad, aquella como mágica palabra en uso de Alejo Carpentier, con la que uno se encontraba solo, obsesionado, admirando a través de la fuerza narrativa, magia del escritor, espacio vacío, silencio, misteriosa e insondable profundidad del mar e infinitud de la existencia.
La oposición tiene un frenesí. El vacío de poder. Estado de cosas donde, por encima de la voluntad popular, pueda imponer mando y disposición a usurpar derechos y justicia.
En el 2002 secuestró a Chávez, usando los últimos remanentes de una casta militar que empeñó sus obligaciones y compromisos al mejor postor y vacía de toda dignidad. Cometido aquel delito, declararon por sus propias voces que había un vacío de poder y presurosos, pretendieron llenar la situación que inventaron, sólo como era posible, con una cosa vacía llamada Carmona Estanga. Este, coherente con él mismo, los hechos y promotores, dejó al descubierto el espacio donde estuvo un cuadro de Bolívar y se auto juramentó enarbolando una hoja de papel vacía. Vacío y vergonzoso fue su discurso, aplaudido febrilmente por quienes en aquel salón se apretujaban en espera de un mendrugo. Sin percatarse que el de facto presidente estaba negando con sus hechos y decisiones, todo lo que habían argumentado para secuestrar al presidente verdadero y de paso le aplaudían. Aquellos hechos dibujaron una oposición sin moral y con un alma absolutamente vacía. Tuvieron que huir porque se quedaron sin soldados y sin causa. De paso dejaron aquel salón vacío que volvió a llenar el cuadro de Bolívar, Chávez y el pueblo todo.
El presidente está enfermo y de permiso convalidado por la misma oposición. Pero inventan con leguleyos y mujiquitas que hay ausencia temporal. El TSJ, como ordena la Constitución, procede a interpretar la Ley y dicta sentencia. Para aquella no hay competencia en esos magistrados; si en sus cortesanos y badulaques.
De nuevo especulan con un vacío de poder, que no podrán llenar porque están vacíos.
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