Cotidianamente decimos, los extremos se tocan, como los polos opuestos se atraen. Es obvio, uno lo sabe por observaciones de años y algunas lecturas apresuradas, que entre la extrema derecha y la izquierda igualmente defectuosa, hay similitudes. Tanto que, hay casos, que a un extremista de derecha lo podemos confundir con su opuesto y viceversa.
Lenin habló del “izquierdismo” o extremismo como una enfermedad dentro del movimiento comunista. Pero es evidente que la derecha no escapa a la amenaza extremista; es más, pareciera ser más frecuente en ese sector. En la derecha de la Venezuela de hoy, el “derechismo” se ha extendido como una pandemia. No respeta grupo etario; se le consigue tanto en la tercera edad como entre los muy jóvenes y en sectores intermedios. Ramón Guillermo Aveledo y otros, entre quienes hay alguno que aún no ha terminado de celebrar las navidades y año nuevo, componentes del primer grupo, sufren del mal, tanto que no pueden impedir hacer ridiculeces como enviar cartas a entes y personas significantes, solicitando respaldo en campaña contra el TSJ, citando mochos los artículos de la Constitución, como si esos señores fuesen pendejos. O acuden a la OEA en demanda de pronunciamientos en el mismo sentido y en última instancia, concibiendo la MUD o Aveledo mismo, cual fuesen Estados con representación en el organismo interamericano, piden que éste se reúna y se les conceda derecho de palabra.
Pese que hasta la representación gringa en la OEA, hasta ahora –porque en materia de política internacional de EEUU, hay que decirlo así – ha sostenido que siendo una decisión del TSJ, no hay otra cosa por hacer que acatarla.
El embajador de Panamá, pese su avanzada edad, se contaminó y llevó su extremismos a tales límites que habló contrala OEA fácilmente y sin posibilidad de arrepentimiento, cual si sufriese de izquierdismo. Tanto se excedió que, se dio el caso insólito y quizás no antes registrado en aquel organismo, que su gobierno se vio obligado a desmentirle y ordenarle se abstuviese de hacer pronunciamientos como lo hizo contra Venezuela. Algo así como cuando Cantinflas en “Allí está el detalle”, desmiente a su defensor en pleno juicio oral.
Pero el “derechismo” no le para a eso. Púsose en movimiento y no para porque le cuesta procesar y recoger las velas una vez que pone en movimiento sus huestes. Es como una máquina que pisado el botón arranca y no para con razonamientos sino pisando de nuevo el botón; sólo que el arranque pudo ser tan brusco que se perdió el control.
Leyendo la prensa uno lee las opiniones o más bien proclamas de Leopoldo López, quien no entiende que la masa no está para bollos y fija posición sin percatarse de su soledad. Las condiciones nacionales e internacionales, por lo menos por ahora – volvemos a lo mismo – no les son propicia. Las recientes declaraciones de más de veinte países del continente sobre el asunto venezolano, definen un cuadro digno de observar, así como las de Rusia y China, por cierto miembros del Consejo de Seguridad de la ONU, como Brasil mismo, que se agregan a la de la OEA y Estados Unidos, pero el “derechismo” ha decidido ignorar porque eso no entra en sus esquemas.
¿Cuál es el contenido de ese esquema?
Pues sencillamente” ¡Chávez vete ya!”.
No importa nada el cuadro internacional, la decisión del TSJ y el principio universal que ella es inapelable, la soberanía popular que hizo presidente a Chávez con una aventaja abismal sobre su opositor de la derecha. ¡No! El derechismo no considera nada de eso como válido. Es más, eso no existe. Lo que existe y pesa es su deseo que el zambo se vaya.
Hoy en la prensa, un pequeño grupo de estudiantes universitarios del derechismo, que uno no sabe si representan a la minoría o mayoría de la derecha, hablan como si ellos fuesen la expresión más pura y auténtica cuantitativamente de la soberanía popular. Hasta se arrogan eso, la representación soberana. Esos ocho millones y medio de venezolanos que votaron por Chávez, no existen, nunca han existido y en caso contrario, no importan para nada. Sólo ellos, unos pocos estudiantes universitarios de institutos privados, encarnan el derecho de las multitudes.
Leyendo lo que ellos dicen, que incluye declarar inconstitucional la decisión del TSJ, sin más vainas, tremenda travesura, uno recuerda de sus años juveniles aquel izquierdismo que hacía que cuatro, cinco jóvenes o viejos, hablasen a nombre de las masas. Los tipos proclamaban aquello y se veían encabezando multitudinarias manifestaciones donde iba el pueblo todo.
Esas concepciones suelen, tanto en la derecha como en la izquierda, inducir actos vanguardistas, generalmente loqueras, que conducen al desgaste. Leopoldo López representa en la calle ese desquiciamiento, mientras en los salones y lobby, el papel lo juegan los viejos como Aveledo, quien ha llegado hasta desafiar, otra vez por ahora, a la OEA.
Los gringos, Insulza, primordialmente servidor de aquellos, en lo inmediato no apoyan a los tocados por el izquierdismo venezolano del momento; quizás mañana; pero por no saber juzgar los hechos, adelantar los tiempos, podrían deshacerse de éstos. Es decir, López, Aveledo y compañía, los atoraos, que uno no sabe hasta dónde eso llega, podrían dejar de gozar de simpatías de “los dueños del circo”. El derechismo, en su obsesión, se conforma con el respaldo del embajador de Panamá, a quien Roy Chaderton calificó de patán y muy “mal pintor”, aparte de político balurdo, agrega uno.
¿No será por eso que el viejo zorro, Ramos Allup se mantiene discreto? Si el Ave Fénix resurgía de sus cenizas, no es descartable que, por culpa del derechismo, el secretario general de AD, aparezca por mampuesto, como cabeza impuesta desde arriba de la oposición venezolana.
¿Acaso es por eso que callas viejo zorro? ¿Esperas que ellos se desgasten y pierdan el aval del santísimo sacramento? ¿O no es así, porque los gestos y proclamas derechistas son como una semilla sembrada por allí, esperando el momento propicio para hacerla retoñar? ¿Son como personajes que se mandan a infiltrarse tras líneas enemigas y esperar el instante para asestar la puñalada?
El derechismo puede conducir a la muerte política prematura de algunos, justo en el momento del renacer de otros. Apreciar debidamente la coyuntura es obligación de un político para acertar y seguir contando con los apoyos necesarios e indispensables.
damas.eligio@gmail.com