Con el Cardenal Urosa al frente esta vez, en lugar de Ramón Guillermo Aveledo, a quien se le agotaron las ideas y pareciera acabársele el carburo también, respaldo gringo, la oposición toda, está plantada en la exigencia que Chávez, quien no vino y vino al mismo tiempo, cumpla con el ¡juramento ya! o de lo contrario renuncie.
Es decir, estaría colocando al presidente, quien nunca ha dejado de serlo, por aquello de la continuidad administrativa, entre la espada y la pared o más dramáticamente, entre la puntiaguda y afilada arma y un abrupto precipicio.
Según sus pareceres, sin que medie opinión calificada, ni acta de defunción el presidente es un muerto; por eso solicita, como quien está avalado por la razón absoluta, como niñita malcriada que se “¡juramente ya! Si no lo hace, según ella, la oposición, aquél pierde sus derechos constitucionales, pues de hecho está fuera de juego o debe renunciar. ¡Al carajo! el TSJ, la Constitución misma y las multitudes que quieren “Chávez siga siendo el presidente”, como expresó una valiente señora en los agitados días de abril del 2002.
En eso, el Cardenal ha tomado la bandera y aparece de primero en la fila. Poco le falta para salir a la cabeza de las marchas de “las manitas blancas” o ser de los primeros en la “ristra” de los encadenados.
Esa actitud oposicionista nos hace recordar un cuento mordaz, irónico, no obstante dramático, que una vez escuché en boca de un amigo.
Un soldado de ejército invasor y abusivo, por descuido, quedó en una isla del Pacífico, cuando su comando hubo de retirarse apresuradamente. Los nativos, quienes habían sufrido toda clase de atropellos durante la estadía extranjera en su territorio, a aquél detuvieron.
Le sometieron a juicio popular y colectivo como corresponsable de varios delitos y le propusieron escoger la pena, en éstos términos:
“¿Saka-saka o muerte?”
El enjuiciado pensó, “nada peor que la muerte”; por eso respondió hasta gustoso, sin tener idea de lo que ello significaba:
“Saka-saka”.
De inmediato, más o menos 50 hombres de aquella población procedieron a violarle, lo que le dejó exhausto, lastimado y más que eso, muy desmoralizado y deprimido.
Le encerraron en una improvisada celda y allí le dejaron por buen tiempo; solo atendían sus necesidades primarias.
Un buen día le volvieron a colocar en medio de un círculo de pobladores como en el juicio anterior y le sometieron a similar interrogatorio:
“¿Saka-saka o muerte?”
El soldado humillado, pero habiendo recuperado su dignidad, respondió con firmeza y hasta orgullo:
“¡Muerte!”
Quien le interrogó por el grupo, el mismo de la primera vez, como si fuese condescendiente, le dijo:
“De acuerdo. Pero primero saka-saka”.
Así aborda la oposición el problema político. Es la misma estrategia para todo. “Si te pela el chingo te agarra el sin nariz”.
Lo peor del caso, es que no tiene cómo. Sólo un grupo de “odiantes” y odiosos, uno pequeño de empresarios agiotistas, embajada gringa, unos estudiantes sin oficio y un Cardenal de dudosa respetabilidad con su minúscula corte.
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