El escuálido vecino vivió toda la vida enchufado. Durante la IV, fingió de contratista constructor, cuya empresa, extrañamente, cargaba para arriba y para abajo, dentro de un maletín de cuero.
Su recorrido diario era predecible, pero no porque trabajase o simplemente, siendo miembro de uno de los grandes partidos del célebre “Pacto”, debiese marcar tarjeta para justificar los beneficios del enchufe, sino obligado por su “esforzado” rol de contratista de maletín, lo que implicaba o implica, porque para él la vaina no ha cambiado, llevar la compañía constructora para todos lados. Salía y sale de una oficina estatal a otra, se llega hasta PDVSA y visita tres o cuatro que contratan con esta y subcontratan con él. Siempre en su recorrido porta el maletín de cuero; ni de vaina le abandona; casi forma parte de su cuerpo.
¿Ha medido usted lector el esfuerzo que hay qué hacer para cargar maquinarias, herramientas, cabillas, cemento y pare de contar de todo lo que hay en una empresa constructora, en un maletín guindando de la mano?
Dije arriba que “fingió”, pero lo dije mal. Pues lo sigue haciendo dónde puede, como en Alcaldías vecinas en manos de sus correligionarios y hasta allá lejos, donde alguno de los suyos gobierne. Sin negar que hasta en PDVSA e instituciones chavistas suele enchufarse y sacarles parte de la energía para seguir viviendo mejor que antes, sin tener que hacer mucho esfuerzo.
El tipo es habilidoso y creativo. Dónde no puede enchufarse directamente por tener sus cables pelados y produce cortocircuitos, utiliza un hijo a quien, valiéndose de un amigo, logró enchufar en corriente 220. Pues el carajito hasta suele llevar, no la camisa negra de “Juanes”, aunque quisiera, sino la roja rojita. Con este “pegue” ilegal, directo a la línea de alta tensión, el escuálido aumenta su voltaje al infinito y puede andar hoy en una 4x4 nueva, como su hijo, mientras en el espacioso garaje descansan dos o tres iguales.
- “¿Cómo está el enchufado?”
De esa desenfadada manera, empezó a saludarme el escuálido, luego que comenzaron a salir las cuñas de Capriles, donde se sugiere que el chavismo pareciera una larga ristra de enchufes y enchufados. Pues así asumen ellos lo qué pasa. Porque “cada ladrón juzga por su condición”. Las “Misiones”, no son tales, por eso quisieran acabarlas, sino un banco de energía eléctrica con millones de enchufes donde cada misionero, sea o no chavista, acude a “mamar” corriente.
Porque el escuálido nada hace si no le ve desde lejos el queso a la tostada o el enchufe de donde mane generosa la corriente, sin picos ni alteraciones, que puedan provocar revolcones. El piensa que uno, maestro de escuela jubilado, quien puede escribir estas cosas, llevar de aquí a allá el mensaje y contenido del Programa de la Patria, anda pegado de un cable largo que a su vez está enchufado en un banco más cargado que los que él utiliza para recargarse.
“¡Pobrecito mi patrón, cree que el pobre soy yo!”, cantó Facundo Cabral. “Lo recuerdo ahora”, como cantase el inolvidable Leonardo Fabio, porque el pobre escuálido no entiende que se puede y estamos obligados a vivir con algo de poesía y de poetas, ideal hermoso que no se alcanza nunca con el dinero. Menos si este proviene de la zanganería y la trampa donde suelen enchufarse, hasta los “tequeteques”, los tipos como él.
Por eso, según el pensar del tipo escuálido, no hubiesen nacido los Bolívar, Sucre, Martí, Ghandi, Chávez y tantos hombres que nunca buscaron donde enchufarse porque fueron poderosas fuentes de energía. Ante ellos y su ejemplo, el escuálido mamador de alto voltaje, no se quita el sombrero, simplemente no les cree.
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