Guerra anunciada no mata soldado, pero puede herirlo.
Desde hace varias semanas vengo alertando sobre el desconocimiento que Capriles y la oposición harán de la bendita auditoría.
Lo propio del chantaje, y vaya si Capriles lo pretende hacer con el CNE, es pedir cada vez más. Si el chantajeado cede una vez, deberá hacerlo todas las veces, so pena de ser castigado con la amenaza inicial.
Días después que el Poder Electoral accedió de buena fe a la petición de Capriles de auditar el 100% de las mesas, la respuesta del ex-candidato fue decir, primero, que lo aceptaba, aunque después no dudó en insultar al CNE, hablando de una "auditoría chucuta".
Pero todo ello no fue otra cosa que la excusa para llevar el conflicto fuera de nuestras fronteras, a escala planetaria. He ahí el próximo paso de la oposición.
Ahora entendemos que la solicitud de dicha auditoría y la patada a la "mesa" que posteriormente se hizo, eran sólo la coartada para transferir la pataleta al plano internacional.
A partir de esta semana que comienza, la oposición toda buscará las vías más expeditas para impugnar ante el Tribunal Supremo de Justicia (TSJ) y, más tarde, darle también una patada al Poder Judicial, en el cual ven el último impedimento antes de lanzarse al ruedo en instancias foráneas.
Sin ni siquiera haber acudido al TSJ con las pruebas necesarias para la impugnación, ya Capriles está exigiendo, cual niño malcriado, que la mismísima presidenta de este organismo, Luisa Estella Morales, "se abstenga" de participar en el proceso.
Bien sabe la oposición la cantidad de organismos internacionales que no ven la hora de servir como alcahuetas del show mediático que se ha montado en torno al supuesto fraude: ONG's, organismos "defensores de derechos humanos", superpotencias militares que ansían el petróleo venezolano, empresas de comunicación transnacionales enemigas juradas del pueblo, etc.
He ahí donde la oposición se siente en su casa, en su salsa: en instancias internacionales donde la voluntad del pueblo venezolano no tiene ni voz, ni voto. Todo radica en desconocer la institucionalidad democrática venezolana, para crear las condiciones de una intervención extranjera, sea ésta militar, jurídica, económica o hasta "humanitaria".
Insisto en citar aquel dicho popular con una pequeña modificación: guerra avisada no mata soldado, pero vaya si puede herirlo.
Disparar contra el CNE, podría herir a la democracia venezolana. Independientemente de nuestro tinte político, no podemos dejar por nada del mundo que esto pase.
(@maperezpirela)
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