Tengo una mala suerte de tropezarme con personas que se sienten orgullosas de ser de la clase media, y por lo general son personas de piel blanca identificadas con Miami. Ayer me encontré con una de estas, algo así como un encuentro del tercer tipo. Se trata de una mujer blanca, de mediana edad, con el cabello pintado de amarillo y con lentes de sol. La mujer se notaba un poco incómoda discutiendo de política en la cola de la caja del Abasto Bicentenario. De pronto se voltea y nos aclara a todos los que estábamos en la cola su malestar con la Revolución y nos dice muy convencida y orgullosa: Porque yo soy clase media, y todo lo que tengo me lo gané con mi propio esfuerzo, y no tengo por qué mantener a una cuerda de vagos que se la pasan bebiendo aguardiente en los cerros.
Confieso que no le respondí nada porque en la cola se encontraban unas camaradas que defendían la Revolución mejor que yo. Al final, la mujer tuvo que aguantar la pela. Afortunadamente y para su sorpresa en la cola éramos mayoría chavista.
Esta persona, por supuesto, desconoce que gracias a la política alimentaria de la Revolución a ella le rinde más sus ingresos cuando compra en el Abasto Bicentenario o PDVAL que cuando compra en el Excelsior Gama. Desconoce que no basta esforzarse, porque su calidad de vida depende principalmente de decisiones políticas, y de un proyecto político.
El cuentico de muchos escuálidos y abstencionistas que se la pasan repitiendo como loritos que si no trabajo no como, se cae solito. De hecho, en el capitalismo los que menos trabajan son los burgueses y de manera obscena son los que más tienen. En cambio, los campesinos, que son unos de lo que más se joden trabajando, muchas veces no les alcanza el salario para que su familia coma tres veces al día, y mucho menos para pagar una consulta al odontólogo. Pero esto no lo entienden ellos, o se hacen los güevones, y sostienen su discursito en cualquier espacio. Cuando uno navega en la batalla mediática a través de twitter, encuentra mensajitos de esta clase media blanca llamando monos, tierrúos y desdentados a los pobres, que en su mayoría son de piel oscura.
Esta llamada clase media tiene creencias que se contradicen. Por ejemplo, cuando la burguesía super-explotadora, especuladora y estafadora la arruina, le echa la culpa al gobierno, pero cuando el gobierno mete en cintura a la burguesía para que aumente los salarios y ajuste los precios con el propósito que las personas puedan aumentar su calidad de vida, entonces sí pregonan orgullosas que todo lo que tienen es por su propio esfuerzo.
Este falso orgullo de una selecta clase media racista, fue alimentado por la burguesía para dividirnos. Ahora repudian que personas de los sectores populares, en su mayoría de piel oscura, compartan sus espacios públicos, su ropa de marca, sus vehículos, sus restaurantes, sus centros comerciales, sus parques, su urbanización, sus playas, y hasta se tropiezan con algunos en Miami. Se trata de una nueva clase media popular que pone en riesgo la identidad de la clase media blanca. Su orgullo está herido porque ya no se diferencian mucho de las personas que ellos consideran o consideraban inferiores. Esto es una verdadera pesadilla.
La burguesía tiene muchas formas de dividir vertical o transversalmente a la clase trabajadora para ocultar la lucha de clases y vencernos. Por ejemplo, nos dividen con la escala de sueldos y salarios, nos dividen con el trabajo manual e intelectual, nos dividen con la especialización de los conocimientos, nos dividen en los espacios urbanos, unos en barrios y otros en urbanizaciones, etc. Pero una de las más efectivas estrategias de división es alimentar el racismo, que a su vez genera endorracismo. Recientemente durante las elecciones del 14A, el camarada Jorge Rodríguez denunció que en el Liceo Aplicación del municipio Libertador varios opositores pretendieron impedir la entrada a un grupo de personas con discapacidad que se dirigió en autobús para emitir su voto, porque se veían demasiado negros, según ellos. [1] Esto es el colmo. No es de extrañarse que esta miseria humana pueda hacer caer la V República.
También nos dividen cuando la burguesía pregona valores bíblicos de sumisión que casualmente benefician a los propietarios. Alimentan en el excluido y en el trabajador o trabajadora super-explotada el orgullo de ser pobre pero honrado. Es decir, no se rebelen, respeten la propiedad privada de los medios de producción con honradez, con las leyes que escribimos los burgueses, y si es posible, denuncien a los rebeldes que pretendan rescatar sus tierras y medios de producción.
Entonces, mientras la burguesía fomenta en la clase trabajadora el orgullo de clase media y el orgullo de pobre pero honrado, ellos se enorgullecen de ser los amos del valle. Se jactan de explotar, super-explotar, especular y estafar a los pobres y a la clase media. Así lo piensa y siente Guillermo Zuloaga, uno de los propietarios de Globovisión, que en público se confesó especulador, y dijo sentirse orgulloso de ser heredero de la nefasta Compañía Guipuzcoana del siglo XVIII.
Esta clase media orgullosa de su condición, orgullosa de poder consumir más que los marginados, orgullosa de defender a la burguesía neoliberal, debe recordar que en el 2002 en Argentina, y ahora en Europa, el neoliberalismo los dejó sin empleos y a la clase media la obligaron a descender al estrato de pobres pero honrados, pero eso sí, con su propio esfuerzo.
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