No caigo en la tentación de creer en el simplismo que la derecha toda, o para mejor decirlo, la oposición, esté uniformada en torno a las propuestas o estrategias, venidas del exterior que, en Venezuela, encarnan María Corina Machado, Ramón Guillermo Aveledo, Capriles y Leopoldo López.
Más los años que los libros, porque la experiencia tiene un valor incalculable, me han enseñado que el poder del dinero, las armas y el dominio de los escenarios, pueden servir para imponer matrices de opinión y dominar voluntades. Pero aun así, no lo son todo. Siempre habrá por allí cabos sueltos.
La vida norteamericana, que es la del capitalismo, sus expectativas en relación con los recursos del planeta, los mercados y por las manifestaciones de independencia, deseo soberano y voluntad de defender esos principios que se expresan en todas partes del mundo, sobre todo en regiones antes bajo control, se siente amenazada. Intuye o tiene claro que ya no puede hacer como antes o al mismo ritmo, contando con la seguridad que en la periferia, sobre todo su patio trasero, los gobernantes, sin importar su origen o procedencia, siempre estarán en disposición de servir a sus intereses. En América Latina, ya no es Cuba una excepción y hasta isla que pudieron aislar en cierto modo, como quien tira un cordón sanitario, los inconformes de siempre encontraron cómo acceder al poder, mientras los pueblos toman conciencia de las causas de sus males.
Este cambio entre los oprimidos y combatientes por la libertad, impone un reacomodo en las formas de lucha y estrategia del sector que ha dominado y considera vital continuar en lo mismo. Habrá que seguir haciendo lo de antes pero con más intensidad, fuerza y presencia. Agua, petróleo, por sólo nombrar dos recursos, obligan a ser más vigilantes y jugar cuadro férreamente cerrado. Impone además, que los aliados de siempre, se vuelvan incondicionales y bajo control absoluto y tarifado. Hacer que se sientan totalmente ajenos así mismos, lograr alienarlos tanto como para piensen, actúen como si en lugar de ser ellos se consideren parte de la fuerza invasora. Que aquella frase dicha por alguien, “prefiero de presidente a un general gringo que a Hugo Chávez”, se vuelva un sentimiento colectivo.
La tragedia gringa o de los dominantes es tal que aun invadiendo, amontonando una montaña de cadáveres, manteniendo por tiempo sus fuerzas en el sitio, cuando salen, obligados por la dinámica de los acontecimientos, dentro o fuera de su país, no tarda mucho que los “males” de antes retoñen y hasta con más fuerza. Es la naturaleza misma del combate entre el capital y trabajo, entre opresores y oprimidos.
Todo eso pudiera ser una buena explicación para el asunto de la tendencia al crecimiento de la derecha y, más que eso, al amalgamiento de la misma en nuestros países. Pareciera suceder que la contradicción entre los pueblos que anhelan su soberanía, independencia y libertad, por un lado y el gran capital o imperialismo del otro, adquiere más que nunca el primer nivel. Ya no parece una simple frase usual entre académicos o en discursos para principiantes. Entonces, la lucha por la independencia o mantener la misma, amenazada por quienes quieren dominar el mundo, por la precariedad de los recursos naturales se ha vuelto también asunto de primer orden. Razón tuvo el comandante Chávez al poner énfasis en el concepto de patria, la pequeña y la grande. Por cierto, tema que la pequeñez de mucha gente no les permite asimilar.
Los países del capitalismo más que antes se agrupan para defenderse. El caso Snowden, quien denuncia a EEUU por estar espiando al mundo entero, provoca como reacción que los espiados en primer término, las potencias, se unan para perseguir al joven norteamericano. Es lo que determinó el gesto inusual, hasta racista, además de irrespetuoso e inamistoso contra Evo Morales. Ese sentido de unidad defensiva, como determinada por el miedo, opera a nivel interno en nuestros países. La derecha u oposición se une en torno a causas, sin motivo ni explicación sensata. Escoja con pertinencia dos personas del bando opositor, auscúltelo, piense en su pasado, origen, escuela y tendrá que preguntarse: ¿Por qué estos dos carajos andan juntos? ¿Será “curpa” e´ Chávez? ¿Será que el blanco le debe al negro o es del negro la “comía”?
Por eso, el trabajo de penetración cultural, política, acompañado de una “supuesta” generosa repartición de dinero, planes de combate, dentro de lo que ahora llamamos guerra de 4ta. Generación, elaborados como guiones de cine u obra teatral a gran escala, ocupa el interés de los grandes centros del capitalismo y sus secciones de política y espionaje.
Ese cuadro, al mismo tiempo, ha puesto a mucha gente, que antes no pudo imaginárselo, en el disparadero de “corres o te encaramas”.
Viejos y nuevos antimperialistas, que bien sabe uno no ven con buenos ojos, por lo mucho que han visto, bien saben y su fibra nacionalista, la penetración y menos el dominio gringo en Venezuela, pero al mismo tiempo discrepantes del modelo, táctica, estrategia y hasta distintos procederes del chavismo, que en principio pudieran sentirse como gallina en patio de bolas dentro de la derecha, tienden a cuadrarse del lado de ella – los imperialistas – sus agentes de acá, a quienes tampoco tragan, esperando el momento oportuno, como si estuviesen pactando con pendejos o descuidados que no les tienen la cabuya en la pata.
La actitud de estos ilusos, cuyo íntimo pensamiento pudiera estar representado en los soliloquios de Leopoldo Puchi, el exmasista, de plegarse orgánicamente a la derecha, obedece a su circunstancial debilidad, falta de acuerdos y temor a desplegar su propia política. Lo que no excluye el trabajo de la derecha internacional para inhibirlos a cambio de pocas migajas.
Lo concreto es que este cuadro dramático, unido a la novedad representada en Chávez y el chavismo, que recogió todo el descontento, ante lo cual la izquierda tradicional y parte del sector democrático, que todavía existe, fueron incapaces de dar respuestas, contribuye a la polarización en Venezuela, entre la nueva izquierda, dentro del abanico que llamamos chavismo y el opositor, donde las distancias son evidentes y constituyen un caldo de cultivo de mayores y más profundas contradicciones que habrán de reventar, porque por ahora sólo están maquilladas y mal disimuladas, mientras pagan, tanto como para mantener la clientela o soplan nuevos vientos.