El colmo del cinismo se pone de manifiesto, cuando Barack Obama evita hablar de golpe de Estado en Egipto, limitándose con caradurismo a lamentarse de lo ocurrido, sin que emita un juicio de valoración que nos diga de qué lado está. Entre los ridículos argumento que seguramente esgrimirá el Departamento de Estado para lavarse las manos como Poncio Pilatos, está una anacrónica ley estadounidense que data de 1961, y que restringe la ayuda a los gobiernos de países “cuyo jefe de Estado sea elegido de forma reglamentaria y depuesto por golpe o decreto militar”. Se fijan con qué hipocresía el inquilino de la Casa Blanca en Washington, se libra fácilmente de toda responsabilidad, en vez de asumir una posición seria frente a cualquier atentado que desconozca la legitimidad de un gobierno electo mediante la institución del sufragio.
Conociendo la inclinación golpista de nuestra oposición, esa que es capaz de venderle el alma al diablo con tal de asaltar el poder, para nada debería sorprendernos que anden haciéndose sus trasnochadas elucubraciones, abrigando la ilusa idea de que lo ocurrido en Egipto, también sea imitado por los militares venezolanos. Por lo pronto, seguramente escurran el bulto, alegando que la Carta Democrática de la OEA no es extensiva a países situados al nordeste del África. ¡Que mantequilla, así cualquiera sale ileso!
