Crear dificultades en forma artificial y luego ofrecer soluciones, fue durante cuarenta años una manoseada argucia de la partidocracia puntofijista. También mediante esa nauseabunda marramusia, la farsante oposición logró embrollar el debate, manipulando así la opinión pública a sus conveniencias partidistas. Ahora, como parte de otra agenda desestabilizadora, la oposición se enfrasca poniendo en práctica una guerra económica, electrónica, mediática, que además incluye el sabotaje en algunos servicios públicos como el suministro de la energía eléctrica.
Cualquier observador por muy desprevenido que sea, se da cuenta que el propósito de la oligarquía parasitaria consiste en exacerbar los ánimos en la población, creyendo que así el descontento tendera la alfombra a sus ilusas pretensiones de sacar ventajas en los comicios municipales, pautados por el CNE para el próximo 8 de diciembre.
Lo que no entienden ni podrá pasar por la mente de esos tarugos de la oposición fascista, es que el problema no consiste en si existen o no, suficientes instrumentos legales para combatir el terrible flagelo de la corrupción. Hasta las piedras saben que a los actores de la vieja política les importe un bledo que el Estado sanee la administración infectada de corruptos, y no les interesa para nada pues el grueso de los ladrones militan en AD, COPEI y Primero Justicia. Se fijan porque a la bancada de la oposición se les puso la piel de gallina, apenas oyó hablar de guerra a la corrupción.
Por algo dicen: quien se pica es porque ají come. ¿O no?