La oposición comprobó el pasado sábado que por andar haciendo bufonadas, la MUD quedó condenada a perder el poder de convocatoria que otrora les permitió fanfarronear diciendo que eran mayoría. Las imágenes del escuálido evento fueron más que suficiente para evidenciar que perdieron el derecho a ser creídos. De modo que los hechos están anticipando el triste papelón que el fascismo amarrillo hará el domingo 8 de diciembre en los comicios municipales, significando esto en la praxis que esta vez los candidatos de la revolución por no tener contendores de peso, resultaran triunfadores por forfait.
Y quien iba a pensar que después de más de catorce años haciendo rabiosa oposición, calentando la calle y derrochando millones en guerra mediática, a la final terminaran como una melancolía sinfonía de perdedores. O sea, tanto nadar en aguas turbulentas, y luego terminar ahogándose en la orilla. ¿Acaso quedan dudas de que la mentira tiene patas cortas, y los errores en la política tarde o temprano se pagan muy caros?
Por fortuna, Dios es muy grande y protege al inocente, dejando abiertas las puertas del cielo para quienes por ingenuidad se dejó arrastrar por falsos profetas, esos que se pasaron de maraca ofreciendo soluciones magina que no aplicaron cuando gobernaron cuarenta años. De ahí que existan razones para creer que los ciudadanos—asqueados de tantas mentiras y promesas incumplidas por el puntofijismo— prefieran esta vez quedarse tranquilitos en sus casas y sin riesgos de remordimiento de conciencia, y sin temor a posibles remordimientos de conciencia, pues tenía que llegar el día en que la gente se cansa de ser manipulada por demagogos de oficio, fariseos que nada tienen que perder, porque tarde comprendieron que son la crónica de una muerte anunciada.