La primera mentira a derrumbar es la levantada por Capriles, para que le sirva de escudo y escondrijo, de la abstención. Según el reporte primario del CNE, el volumen de votantes llegó al 60 por ciento. Si registramos datos de anteriores eventos de ese tipo o nivel, con los cuales hay que comparar estos y no con elecciones presidenciales, se constata que la participación fue abundante y exitosa, llegó al 60 %, según las cifras dadas en primer término. Si consideramos que pocos días atrás, en Chile, la cifra de votantes, siendo una jornada para escoger presidente, estuvo en el orden del 50 %, tendremos una idea excitante y admirable, de la concurrencia de los venezolanos a las urnas electorales este pasado 8 de diciembre, cuando se trataba de escoger alcaldes y concejales.
Sólo que Capriles, jefe de campaña de la MUD y su candidato presidencial con carácter permanente, hasta ayer domingo, con su escaso talento, ocurre inmediatamente a lo más simple, más para justificarse que para explicar -asunto que le queda muy grande- el fracaso al que condujo a los suyos.
Ese fracaso es mayor, si tomamos en cuenta que Capriles y sus íntimos, entre ellos María Corina Machado y Leopoldo López, intentaron convertir ese evento del domingo en un acto “plebiscitario”, así mismo le llamaron; para luego “ir por ti Maduro”. Pensaban, como también afirmaron por todos los medios, que se vendría una “avalancha” de votos a favor de sus macabras propuestas que les llevaría, sin dificultad alguna, a deshacerse del chavismo. Como una vez dijo Capriles, los someteremos y derrotaremos en un acto revocatorio, “pero si es antes mejor”.
Otro asunto a resaltar, aparte de la apabullante derrota, descalabro de los planes de la derecha, que incluyeron saboteos de todo tipo y una cruel guerra económica contra los bolsillos de los humildes, lo constituye el nuevo fracaso de la injerencia del gobierno de Estados Unidos y el capital internacional en los asuntos de Venezuela.
Las conclusiones o consideraciones anteriores nos colocan frente a un cuadro político diferente, cuyo rasgo más resaltante es la definitiva descalificación de Capriles y los otros integrantes de la trilogía del mal y el cuarto mosquetero, Ramón Guillermo Aveledo, para seguir al frente de la oposición después de sumar tantas derrotas y sobre todo esta última, en la cual se jugaron el resto.
Es por demás simple, que derrotar al chavismo, es una tarea cuesta arriba por diferentes razones, de las cuales se habla con frecuencia, como por lo que ese movimiento representa, su estrategia, interés por los asuntos de la gente humilde, sus ejecutorias, arraigado respaldo popular, militar y Chávez mismo; pero lo es más, intentándolo a partir de un movimiento donde prevalece el fascismo, la extrema derecha, que aparte de sus prácticas terroristas frecuentes y por demás conocidas, no sólo es la expresión de los capitalistas y explotadores, sino que no duda en usar usura y especulación como armas para ganar elecciones, llegar al cinismo de participar directamente en ellas y plegarse a quienes las practican.
Muy mal papel jugó la oposición, arrastrada por la extrema derecha, al plegarse a la especulación y especuladores cuando Maduro lanzó su ofensiva contra eso. Pareciera ser cierto que esas circunstancias cambiaron radicalmente las tendencias electorales o por lo menos levantaron sensiblemente el ánimo del chavismo duro.
Por lo anterior, pareciera estar claro, que la oposición democrática, no fascista, ni arrastrada por las cadenas del gran capital y el imperialismo, debería deslindarse de la otra que encarnan la trilogía del mal y el cuarto mosquetero.
Capriles, mientras tanto escurre el bulto. Uno no cree, que en una primera observación, hecha en base a sus propios recursos, el personaje haya entendido algo; sólo trata de defenderse, de manera instintiva, apelando a lo primero que halló a mano y le pareció maravilloso, como lo relativo a la abstención. Pero no se le ocurrió pensar en su fracaso y el de los suyos, al haber creído que iban a lo que llamaron un plebiscito y una avalancha de votos.
Pero hay más. Capriles sufrió una particular y humillante derrota en el Estado Miranda donde es gobernador. Es vergonzoso, como casi todas las alcaldías de esa Entidad Federal, incluyendo la de la capital, la ciudad de Los Teques, quedaron en manos del chavismo.
De modo que este primer balance arroja a Capriles como el gran derrotado y que su ilegítimo e impuesto liderazgo entra en decadencia y se abre espacio para que nazca una nueva oposición, desligada del fascismo de la trilogía del mal y el cuarto mosquetero. Además, la lógica del capital en materia de negocios también se practica en la política y no es extraño que entre capitalistas nacionales y extranjeros, de más jerarquía que los Capriles mismos, ya hayan arribado a la conclusión que a ese personaje “se le acabó su cuarto de hora”, hasta para jefaturear a los perversos.