Se dice que toda derrota es huérfana, previéndose que este tercer fracaso será el final de una tragedia griega, pulverizando fatuas pretensiones presidenciales de Capriles. Sin detallar cada una de esas aparatosas derrotas, lo primero que salta a la vista fue que estuvieron predestinadas por la fatalidad, porque esta vez no era comprar el juguete caro de su infancia en cuna de oro. Solo a los alabarderos que se alimentan del chuleo político, se les ocurrió la infeliz falacia de hacerle creer trasnochados tuvieron la infeliz ocurrencia de hacerle creer a Capriles que era el parto de los montes, sin que adecos y copeyanos se percataran que lanzaban peos a la luna, cada vez que ensalzaban a un megalómano de pacotilla que terminó siendo el pequeño ratón de la fábula de Esopo. (siglo VI a. C ).
En verdad nadie quisiera estar en el pellejo de este sifrinito malcriado, que cayo en el error de creer que todo se resuelve a realasos, y que haciendo uso abusivo de la publicidad engañosa podría capturar incautos a lo largo y ancho del país. Pero estudiante bajo record académico y graduado en universidades privadas que venden titulo al mejor postor, al abogadillo se le pasó por alto que no hay crimen perfecto, y que la justicia a veces tarda, pero siempre llega por aquello de que el crimen no paga. De ahí, que muy pronto comenzara el calvario para este demagogo rockolerico, quien quiso salirse con la suya, burlándose de todo aquel que se acercara creyéndole sus mentiras, por demás incoherentes y cantinflericas.
Y como con perdedores ni a misa, ahora es publico y notorio que nadie se ofrecerá para un pesado y maloliente cadáver al cementerio de la historia, por lo que Capriles, íngrimo y solo, deberá rendir cuenta ante la justicia, sin contar con la complicidad de adecos y copeyanos, esta vez decididos a pasarle factura lavándose las manos como Poncio Pilato.