Por ejemplo de la significativa concentración que el 12 de febrero se reunió en la Plaza Venezuela, ¿todos los que allí estaban convalidaban la violencia o fueron ingenuamente a ejercer su derecho a la protesta contra el gobierno revolucionario sin saber que en su seno se preparaban acciones criminales como las que se produjeron frente a la sede de la Fiscalía General de la República, punto de partida de un intento de guerra civil?
Viendo detenidamente los videos de la concentración en sus diferentes momentos, películas en su mayoría tomadas por las cámaras de Televén, Globovisón, se puede captar el estado de ánimo que fue impregnando a los presentes. La forma como se maltrató el espacio de la bella y rescatada Plaza Venezuela, la destrucción ya podía sugerir que en algunos grupos de los marchistas no se planteaba el cuidado o preservación de los bienes públicos, al contrario por la fuerza del grupo poco importaba dañar o destruir esos bienes.
La marcha no iba cargada de un espíritu protestatario sino de una intención golpista, eso es más que evidente y se percibe en las pintas callejeras, en las consignas que voceaban que exigían la salida del gobierno. La protesta contra la carestía, la inflación, etc. fue apenas una hoja de parra que se cayó a los 50 metros de la marcha para dar paso a la exigencia golpista de derrocar el gobierno. Como decían los golpistas Fernando Gerbasi y Carratú Molina en su conversación telefónica, se iba a repetir, iban a reeditar el 11 de abril de 2002. Maduro, renuncia, Maduro vete ya y otras similares ponían en evidencia que se trataba de una marcha subversiva, golpista alimentada en su seno por las voces fascistas de López, Machado y otros líderes de primero (in) justicia, voluntad popular que dirigían la marcha hacia sus objetivos destructivos.
Había un estado psicológico, anímico en los marchistas, llenos en un alto porcentaje de ellos de un odio irracional, quizás no que se iba a derrocar al gobierno en ese momento sino que podía ser el inicio de su caída. Prevalidos de que no serían reprimidos, menos una masa tan grande; envalentonados por la prédica simplista y retadora de Leopoldo López Boves, fueron a la marcha resueltos a todo, con deseos de comerse vivos a los chavistas como lo expresó una demente por twitter que apoyaba el asesinato de venezolanos con pensamiento diferente al suyo. ¿Era esa franca declaración al crimen de esa dama una orden a ejecutar crímenes como lo hizo Bocaranda el 14 de abril que escribió por twitter que en un CDI del Zulia estaban escondidas las urnas de votaciones? Toca al gobierno investigar también eso.
El análisis que se haga de los sucesos del 12 de febrero, repito, nos debe llevar a concluir que aquella masa, cargada de odio, envenenada por una prédica irracional, era el pretexto del estado mayor golpista. Afinaron los métodos. Corrigieron los errores de los intentos insurreccionales del 14/15/16 de abril de 2013, y prepararon mejor los grupos paramilitares que harían la parte más sucia de la acción golpista, los destrozos a las instituciones. ¿Dirigía realmente Leopoldo López Boves aquellos grupos super violentos?
Allí hay un trabajo militar, de expertos en guerra de baja intensidad y no precisamente venezolanos. El tipo de violencia luce importado, al igual que muchos delitos y asesinatos. Habría que saber si de los apresados por el gobierno hay extranjeros, colombianos, salvadoreños, hondureños particularmente.
La mano de Uribe se siente detrás de todo esto. Hay una decisión internacional, que parte del gobierno norteamericano y los grupos fascistas entronizados en Colombia, de derrocar el gobierno. La crisis económica generada precisamente por la guerra económica desatada por la oligarburguesía, las carestías, la impuesta inflación que ha generado descontento sobre todo en las clases medias del este de Caracas, fueron el caldo de cultivo aprovechado para plantearse el 12 de febrero como el día D, no el día que caería Maduro sino el inicio de la acción de su derrocamiento. Fue la respuesta oligarca a la ley de precios justos, su decisión irrevocable de retomar el poder.
Hay una entente internacional que, en general, se conoce bien quiénes la integran porque en buena medida son los mismos que desde el inicio de la Revolución Bolivariana viene pugnando por su derrocamiento. Sólo que ahora los grupos más ultrosos, la derecha de la derecha se impuso y le impone al resto de las fracciones opositoras, no necesariamente fascistas todas, pero o que ven con agrado lo que hace la vanguardia de locos y criminales de primero (in) justicia y voluntad popular o son arrastrados, incluso mediante la fuerza y la amenaza de muerte, a apoyar aquellas bárbaras acciones. En la MUD hay miedo a ese monstruo que construyeron Borges, Capriles, López Boves, María Machado y otros. Es una mezcla abigarrada de simpatías, antipatías, miedos a los fascistas y sus amenazas, miedo al gobierno y su acción justiciera y de defensa del país.