No hay mucho que decir entre la distancia supuesta desde el amor y hasta el odio. Todo se resume en que al amor en la expresión superior de la humanidad, que logró superar la natural condición animal de la lucha por la existencia, que hizo abrir los ojos del Homo sapiens al conocimiento para buscar compromisos compartidos y así sobrevivir a las inclemencias en el planeta. El odio, posiblemente vino después, porque nació de la envidia, de los miedos, del egoísmo, de la gula, y luego de la misma diferenciación y exclusión que generaron los modos de producción dominantes, el esclavismo, el feudalismo, el mercantilismo, el capitalismo, al punto tal que los algunos filósofos confirman estas anteriores aseveraciones, señalando la pureza del nacimiento y la ulterior transformación deformante de la sociedad en que vivimos.
En los acontecimientos recientes en Venezuela, el güarimbeo, el fuego neronista, y las acciones uribistas como expresión de la rabia, sacó a muchos de la racionalidad o naturalidad del amor para convertirlos en teas de odio. Odio y muerte a veces es lo mismo, son aproximaciones de degradación, y de lo que frecuentemente hemos llamado la defensa de los contravalores de la violencia.
Al afloramiento del odio hay que buscarle su origen. En nuestro caso, algunos escritores señalan que el peor de los atrevimientos de una sociedad es tratar de superar el capitalismo expoliador y a partir de la fuerza del Poder Popular, hacer transformaciones para una vida digna para todos, que en esencia es la base fundamental del socialismo. Sus implicaciones son de un profundo contenido de amor, evidenciado en la ruptura con todo sistema de exclusión. Frente a ese amor, quienes defienden el sistema capitalista (dominación imperial incluida) han visto en la revolución bolivariana una enfermedad, incluso hay escritos aclarando esta expresión que luego se trasmutó al chavismo como enfermedad. Si es una enfermedad hay que extirparla, curarla, sanar a quienes la poseen. ¿Hemos visto algo con más carga de odio que esto? ¿Es esto un nuevo ejercicio del fascismo? Algunos conocidos, amigos y familiares que no coinciden con estos análisis que hago señalan que las causas que brotaron para configurar un clima de violencia son obra de la revolución, y se lanzan con discursos sobre la inseguridad, el desabastecimiento, el colapso de la producción agrícola, y el funcionamiento de servicios públicos, entre otros puntos. Argumento fútil, si la carga de odio incrementa la violencia social en masa, si se destruyen centros de abastecimiento, si se afectan los planes de gobierno en materia productiva y si la basura, deja de ser un problema para convertirse en el insumo principal de los focos de violencia, ¿de que problemas estamos hablando? Un problema lo es si tiene solución, de allí que siempre estaremos atentos a los análisis, a las propuestas, y a los hechos. No se transforma un país cuya mejor expresión de amor es la alegría que nos caracteriza con barricadas y sangre.
El Poder Popular, ese que llaman portador de la enfermedad chavista ha dado el ejemplo de la tolerancia, y durante casi una quincena aguardó con paciencia por el desenlace, y anoche, comenzó a revisarse una salida hacia la paz, no a una paz de conveniencia, sino a un paz que sale de nuestra raíz de pueblo que solo ha ido a las guerras de la independencia americana para procurar la libertad.
La paz que se busca no es una paz hippie, entre la marihuana y la guitarra. Tampoco es una ilusión de un toro enamorado de la luna. Es aquella que permita consolidar los grandes proyectos emprendidos para quienes no habían tenido acceso a la educación, a la salud, a la vivienda, a la protección social en general.
Para cuidar la paz, hay que ser directos en los planteamientos de la revolución bolivariana, chavista y socialista. No debe haber temor, porque los capitalistas hablan directo, nunca irán contra los procesos de acumulación generadores de la gran masa de pobres del mundo, repito para lograr la paz no podemos comportarnos como ese toro enamorado de la inalcanzable luna.
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