No caben dudas que el gobierno ha ganado políticamente la guerra económica impuesta por la oligarquía criolla, sujeta al guion dictado por el imperio gringo, el cual se ejecutó con muchas complicidades: (gobiernos, comerciantes inescrupulosos y medios de todo el mundo). Esa guerra tenía dos fines inmediatos: 1) Desgastar al gobierno para propinarle una derrota electoral en las elecciones municipales del 8-D, que llamaron “plesbicito. (Sic). 2) Tomar la vía del atajo golpista si no se daba el primero, pero también se ha derrotado políticamente esta 2da. fase, que por falta de apoyo militar (graníticamente resteadas con la revolución), apelaron a las guarimbas – sin ocultar su orientación fascista, que no pudieron engañar al gran colectivo nacional, incluso opositores al chavismo, que no solo expresó su repudio, su categórico rechazo a tales prácticas, sino que supo identificar a quiénes las propician y financian a sus ejecutores. Así la “amargada” quedó en la más absoluta soledad y el otro está donde tienen que estar los que violan la ley y el orden, a la espera de sus cómplices, que más temprano que tarde van para allá. Las medidas adoptadas por el gobierno en las últimas horas – que le son propias por mandato constitucional - hacen respetar las leyes de la república y garantizan la paz de los ciudadanos y ciudadanas que aquí vivimos, no solo son oportunas sino necesarias, pero la paciencia – a veces parecía tolerancia – con ese pequeño sector que se colocó al margen de la constitución, fue la mejor demostración de la calidad de estadista de nuestro presidente Maduro – digno sucesor, hijo de Chávez – que soportó estoicamente una embestida tras otra, hasta que la población se pronunciara por el cese de las guarimbas al ver la verdadera cara del fascismo.
Imaginemos por un momento lo que hubiera pasado si se responde a la violencia con más violencia, sobre todo ante la seguridad que se tenía de la subversión que estaba preparada de antemano, ( al menos dos años), para desbordarse cuando se dieran las condiciones. Ya se ven los resultados auspiciosos que solo la paciencia de Maduro podían obtener: Aislar a los fascistas mediante el convencimiento al pueblo de los abyectos propósitos por ellos perseguidos. Parafraseando al Córdova de Ayacucho, hoy podemos decir: “armas a discreción y paso de vencedores…” que la paz ha triunfado. Ahora, sobre los escombros de la destrucción ocasionada por la barbarie que se escuda en la democracia y los derechos humanos falsamente defendidos mientras los violan cínicamente, debemos reconstruir todo lo destruido; los daños materiales y también los morales, empezando por la sociedad, que los odios han desintegrado de forma alarmante. Nuestra sociedad debe aprender a dirimir las divergencias de forma civilizada, sin elevar el tono y sin caer en la banalización de todo lo que no concuerda, ni pretender descalificar o ridiculizar al que piense diferente. Si en algún momento se “enrabia en las venas” nuestra sangre tropical, contar hasta diez, tragar arena, controlar los impulsos. Y, sobre todo, no sentirnos enemigos de nadie y aprender a vivir con nuestras diferencias.
Bajo esta premisa caminemos hacia la paz hasta consolidarla de manera permanente, lo que se traduciría en más producción y más y mejores bienes y servicios accesibles a todos, pero no debemos permitir que haya impunidad, porque sin justicia la paz no es posible. La ley debe prevalecer sin revanchismos ni complacencias o no sería justa. Los delitos están debidamente tipificados en la ley con sus penas correspondientes; que cada infractor pague su ofensa a la sociedad como mandan los códigos, aplicando las penas máximas a los terroristas y mercenarios internacionales y a todos aquellos que los trajeron. Los que acudieron bajo engaño deben ser justamente castigados, “el desconocimiento de la ley no excusa su cumplimiento”, pero se puede ser benévolo en ciertos casos.
Por otra parte el gobierno, sin descuidar su deber constitucional, debe abrirse al entendimiento nacional, sin entregar las banderas de la revolución, caso concreto: Las misiones, la Ley de Costos y Precios Justos, el salario mínimo, la estabilidad laboral y la soberanía nacional. Aparte de eso se pueden hacer concesiones para incrementar la producción de alimentos y servicios básicos, pero siempre con este pensamiento bolivariano: “entre las cosas más seguras, la más segura es dudar”. Simón Bolívar
Aspiro que en el caso particular de los alcaldes dedicados al golpismo, se aplique la ley como pautan sus normas. Igual sucede con las autoridades universitarias que olvidaron el noble oficio de educar y se fueron por los atajos del golpismo, aplicando además sanciones caprichosas a docentes y empleados que sólo cumplieron su deber, y otros que prestaron instalaciones sagradas para delinquir, participando activamente en la conspiración. También hay diputados(as) totalmente fuera de la ley. El pueblo espera justicia.
Hay algo que debo decir a pesar de mi empeño en ser conciliador ante todo: Se trata de muchos asesinatos que tienen características de muertes selectivas, muertes planificadas y ejecutadas por encargo, por mercenarios exclusivamente traídos o entrenados para eso, como es el caso del camarada Juan, del colectivo del 23 de enero, el estudiante universitario en Puerto Ordaz, Estado Bolívar, la luchadora estudiantil chilena, el ex boxeador Cermeño y los dos capitanes de la GNB, ambos con brillante hoja de servicios y esclarecidos Bolivarianos y chavistas, con gran arraigo y futuro dentro de la FANB de los nuevos tiempos. Es obligatorio llegar hasta la raíz de estos crímenes monstruosos y evitar que consolide en Venezuela el crimen selectivo, que no es nuevo, pues se acostumbra desde hace años y ha costado la vida de valiosos líderes campesinos e indígenas. Todos tienen la palabra, hacer que brille la verdad es urgencia nacional.
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