Reflexiones sobre la oposición

1 Por razones de cultura política y por los muchos años que actué en el campo de la oposición, tengo la convicción de que ésta juega un papel fundamental en un sistema democrático. Son muchas las razones que sustentan esta opinión. Pero solo una es determinante para mí: la oposición es indispensable para controlar la gestión de los gobiernos. Es insustituible en ese rol.

Aplicando este criterio a la Venezuela que arranca en 1.999 con el proceso bolivariano, considero que una de las fallas que éste ha tenido reside en el hecho de que no ha contado con una oposición verdadera. Y cuando hablo de verdadera me refiero a que la oposición al chavismo se caracteriza por su irresponsabilidad y su carencia de un auténtico sentido crítico, en fin, a su incapacidad para insertarse en la nueva realidad nacional y convertirse en opción confiable. La oposición que se estructuró después del triunfo electoral de Hugo Chávez en diciembre del 98, cuando se produjo el desplome de la IV República, fue una colcha de retazos conformada por la frustración, el revanchismo y el odio de los desplazados del poder, pero nunca un espacio para actuar en el nuevo curso que tomaba el país, y reconstruirse en el ejercicio democrático de la crítica.

Fue --y sigue siendo-- una oposición catastrofista, que se alimenta de la banalidad, fatalmente inclinada a transitar atajos, sin respeto alguno por la senda institucional. Basta recordar que se opuso, frontalmente, a la actual Constitución. Que la demonizó desde que era proyecto. Que votó en su contra cuando la aprobó el órgano legislativo, y terminó violándola el 11 de abril de 2002. Semejante actitud ante la Carta Magna --la más democrática del mundo-- trazó una hoja de ruta para la oposición donde lo determinante era aprovechar la legalidad para acumular fuerza y, al mismo tiempo, reaccionar, sistemáticamente, contra del Estado de derecho.

2 Para el proceso bolivariano, para el presidente Chávez -y en general para el chavismo-, no haber contado con una oposición formada en el ejercicio democrático, respetuosa de las reglas de juego, crítica de la gestión de gobierno y consecuente en la denuncia bien fundada, constituye una calamidad. Una deplorable falla. Algo que perjudicó al chavismo, ya que el vacío opositor facilita que afloren múltiples perversiones. El propio Chávez estaba consciente de ello, y en más de una oportunidad clamó por la necesidad de que surgiera una auténtica oposición. Claro que no podía crearla, pero ganas no le faltaron.

De golpe en golpe. El comentario anterior lo conecto a los últimos acontecimientos acaecidos en el país. Estoy convencido que la violencia que se desató en febrero y se prolongó en marzo, tiene un definido contenido político y no social --así la oposición pretenda imprimirle ese rasgo. Es la repetición de una práctica a la que la oposición no renuncia, impresa en su ADN, que hace que sucumba con facilidad a la tentación golpista. Unas veces de manera abierta, sin vaselina, como ocurrió el 11-A, el sabotaje de la industria petrolera y el guarimbeo -doce años atrás-; y otras de manera tácita, con ambigüedad y disimulo. Ejemplo: alentando la conjura contra la economía nacional o tejiendo, junto al gobierno norteamericano, la conspiración mediática internacional.

En el nuevo intento de golpe de los días 12 y 18 de febrero, y de su proyección en marzo, surgió otra variante, consecuencia de la división de la oposición. La sombrilla seudo democrática de la MUD saltó por los aires y su liderazgo virtual desapareció al estallar la lucha entre Capriles y López por la conducción. El sector ultra, dirigido por este último, con apoyo de Machado y Ledezma, optó por la calle como escenario para dirimir la confrontación y concretar la ruptura. Lo cual logró, sólo que el propósito tenía un aditamento: tirar la parada con un plan concebido en detalle y ejecutado a través “golpe continuado”.

El soporte de la nueva aventura fue la guarimba, especie de guerrilla urbana destinada a agotar al gobierno y a montar provocaciones que habrían de culminar con la desestabilización total del país y la intervención de unidades militares, garantizada ésta por los embarcadores de siempre: los militarólogos que alardean de sus vínculos con la institución castrense. El resultado, como quedó demostrado, fue el fracaso: la oposición se dividió; los liderazgos forjados en la participación electoral colapsaron y la violencia guarimbera resultó repudiada. La otra cara de la moneda es la consolidación de Maduro, el consenso nacional en torno a su propuesta de diálogo y, al mismo tiempo, el aislamiento de la oposición por su rechazo a esta iniciativa.

Habría que agregar la derrota en la OEA de la propuesta de intervención del gobierno fenicio de Panamá, avalada por los EE.UU. y Canadá. Conclusión: que no hay en el mundo una oposición tan errática como la venezolana. Que haya despilfarrado tantas oportunidades de convertirse en alternativa. Situación que no solo afecta al sector, sino al gobierno bolivariano y al país. Porque una democracia sin oposición conduce a lamentables deformaciones políticas e institucionales.

La obsesión antichavista del liderazgo opositor conduce, directamente, a la irracionalidad. ¿Por qué lo escribo? Porque cuando uno observa la manera desafiante como grupos opositores se jactan en la calle de su poder y recurren a todo tipo de denuestos contra el chavismo, hay que pasearse por lo que ocurriría si llegaran a cumplirse los planes del golpe de Estado que está en marcha. Una acción que desaloje violentamente del gobierno a un movimiento del calado popular del chavismo, sería un desastre…

Hay el antecedente del 11-A cuando bandas de la oposición --envalentonadas con el derrocamiento de Chávez--, se dedicaron en los barrios populares a cazar chavistas, y cuando los Alcaldes de Chacao y Baruta persiguieron a dirigentes bolivarianos. Horas después vino el contragolpe y los represores huyeron como ratas…

En las actuales circunstancias, ¿qué piensan los líderes opositores? ¿Cómo se repetiría la historia? Las condiciones en que se dio la aventura del 11-A son diferentes a las actuales. Hoy existe organización popular y lealtad de la FANB. Por tanto, que no se equivoquen los que están haciendo cálculos alegres. Porque el tiro les saldrá por la culata…

Acciones como el ataque en un restaurante de El Hatillo a los artistas Roque Valero y Jorge Reyes --y a sus familias--, indican el grado de ruindad de cierta gente de oposición, a la que los medios y un liderazgo irresponsable inoculó el virus de la cobardía junto con el odio. Gente que está en esa tónica no tiene conciencia de lo que puede pasar en el país si se rompen los diques que hasta ahora impiden el desbordamiento…

Pero los aprendices de brujo de ese sector, los que vociferan y amenazan desde el Este de Caracas; los que se atrincheran en plaza Altamira y cultivan el mito de que pueden gobernar a Venezuela exterminando al adversario, ¿están claros acerca de lo que se desataría si intentaran una nueva aventura? ¿Se dan cuenta del riesgo que corren con semejante desafío? Parece que no…

Cada día que pasa se le ve más la mano peluda al gobierno norteamericano respecto a la situación venezolana. La posición política (declaraciones de Biden y Kerry) y militar (declaración del Jefe del Comando Sur, Gral. Kelly) sobre lo que sucede en el país, se sinceró: EE.UU. asumió la vocería y la conducción. También está claro el papel de títere de la oposición.-


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José Vicente Rangel

Periodista, escritor, defensor de los derechos humanos

 jvrangelv@yahoo.es      @EspejoJVHOY

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