En atención al guion diseñado por los sectores más recalcitrantes de la oposición, podríamos concordar en que, ciertamente, en Venezuela se violan los más elementales derechos humanos: se viola el derecho a la autodeterminación de un pueblo que siempre ha luchado por preservar el legado histórico de sus libertadores; se viola el derecho de una gran mayoría de venezolanas y venezolanos a vivir en paz; el derecho a la vida; al respeto a su integridad física, psíquica y moral; el derecho a la información oportuna, veraz e imparcial; el derecho a reunirse con fines lícitos y sin armas; a la protección por parte del Estado a través de los órganos de seguridad; a expresar libremente sus pensamientos, sus ideas y opiniones; al libre tránsito por el territorio de la república; a decidir democráticamente quiénes pueden gobernarlo; a mejorar sustancialmente sus condiciones materiales de vida a través del acceso a la educación gratuita en todos sus niveles y al trabajo; a servicios de salud; a una vivienda digna y a una alimentación garantizada y a bajos precios; sin olvidar el derecho al respeto a su diversidad cultural y étnica.
Así, desde el 12 de febrero de 2014 (por citar una fecha más próxima en el tiempo), todos estos derechos han sido violentados salvajemente por aquellos que dicen defenderlos, en un evidente ejercicio de manipulación de la realidad que busca mantenerse y multiplicarse mediáticamente con el objetivo único de derrocar al Presidente Nicolás Maduro e implantar en su lugar un régimen neo-conservador, de características fascistas, directamente conectado a los intereses económicos y geoestratégicos de Washington. De esta forma, grupos terroristas de la oposición se han dado a la tarea de repetir en territorio venezolano lo mismo que se hizo ya en otras naciones, entre ellas Libia, Siria y Ucrania, los casos más recientes de la acción injerencista y neocolonial de Estados Unidos y de sus aliados de la OTAN.
Todo esto, sin embargo, ha sido reiteradamente negado por los representantes de la oposición, sin importar que ello sea desmontado y revelado en todos sus detalles. A ello han contribuido, sin duda, las empresas privadas de información que satanizan todo lo concerniente al gobierno de Maduro y al proceso revolucionario bolivariano socialista mientras santifican y excusan a aquellos que han provocado zozobra, destrucción y muertes en algunas zonas del país, resaltando sus “méritos” en la lucha heroica por la paz, la democracia y la libertad de Venezuela. No obstante, es importante acotar que, a pesar de la aparente impotencia de Maduro y de los sectores populares revolucionarios para contener el odio homicida de la oposición, la casi totalidad de la población venezolana se mantiene al margen de estos acontecimientos, siempre a la expectativa ante cualquier eventualidad que pudiera presentarse y dispuesta a defender -como el 12 y el 13 de abril de 2002- las conquistas del proceso revolucionario bolivariano socialista.-