El “ghetto” es una de las expresiones más despreciables y viles de la segregación. Un lugar donde un grupo de personas es obligado a vivir, y permanecer de noche y de día. Se emplea para tal fin la imposición y la fuerza, al igual que la intimidación y la violencia.
Varios derechos ciudadanos son violados flagrantemente, entre ellos el de la libre circulación… Fue famoso el ghetto de Varsovia, establecido en el año 1940, durante la Segunda Guerra Mundial por la Alemania nazi. Una población estimada de 400.000 seres humanos fue confinada a un espacio de 2.6% de la propia ciudad. Se construyeron muros para evitar el libre tránsito de vehículos y de personas. Los accesos fueron controlados con barricadas y puestos de vigilancia.
Otros ghettos son emblemáticos aunque no siempre se les califica con ese término. Es el caso de diversas zonas urbanas de los Estados Unidos donde se busca separar la población “negra” de la “blanca”. El barrio de Harlem, por ejemplo.
Otro, mas reciente y vigente, terriblemente infame y vergonzoso, es la franja de Gaza donde se aglomera a la población palestina para su mejor control.
Y, finalmente, tenemos uno en Venezuela que ya se está haciendo famoso en el mundo. Pronto se escribirá sobre él y su referencia aparecerá en enciclopedias. Es el ghetto de El Cafetal que tiene la peculiaridad, al decir de algunos analistas, de que los carceleros no confinan a otro sector social, de cultura, ideología o raza distinta, sino encierran a su “propia gente”. Efectivamente, si observamos que en esa parroquia caraqueña, la oposición ha triunfado, en los últimos 15 años, con más del 90% de los electores, ese confinamiento que pudiéramos calificar de “auto – infringido”, contradeciría su calificativo “segregacionista”.
Pero la realidad es otra. Sí se trata de una imposición, por la fuerza y la violencia, contra “otro bando”. El caso, si se quiere extraño, es que ese “otro bando” es su “propio bando”. Un grupo de personas, los llamados “guarimberos” o, popularmente, “muñecos”, se sienten con el derecho de arremeter contra sus propios copartidarios porque quieren forzarlos hacia el camino de la violencia. Odian a su “propio bando”, tanto como al chavismo. Eso se desprende fehacientemente de sus manifestaciones públicas o de los mensajes en sus pancartas…