-“¡Cómo es verdad que este gobierno no sirve y los chavistas son una pila de corruptos!”
Ese es el slogan de la señora y hasta de su amado esposo cuando a uno le ven pasar en su carro viejo, del cual ya ni los repuestos encontramos, no sabemos por qué. Si los esconden, no llegan, no los fabrican o qué vaina pasa con ellos.
Pero la señora y su amado esposo, no tienen problemas de ningún tipo, pese a que el gobierno es de lo peor, razón por la cual celebran las guarimbas y encumbrados éxitos políticos, acciones heroicas, arriesgadas, llenas de buena fe y hasta altruismo de quienes ellas ejecutan.
No tiene carro, no señor. ¿Cómo concebir que una antichavista de clase media para arribota, tenga carro? ¡No sea usted necio!
Ella y su familia tienen camionetas, en plural, de esas que cuestan una bola enorme de billetes. Porque tampoco vaya usted a pasarse de inocente creyendo tienen una; no exagere su pendejera. Ella tiene una, otra el marido y otras dos los dos hijos; porque son dos los muchachos que tiene. La clase media de arriba y arribota, suele tener bastantes carros, casas, apartamentos, fincas, real, pero pocos hijos. Es un asunto de supervivencia; no joderse mucho pariendo y cuidando muchachos y menos tener que repartir la herencia entre tanta gente. Se trata de acumular lo más que se pueda pero no muchachos
Los cuatro apoyan las guarimbas como pueden, pero en ellas no se meten, no se retratan, no vaya ser que les pase una vaina, le jodan las camionetas o a alguno de ellos y hasta se los lleven presos, cuando en acto pacifista golpeen a un carajito que por allí pasó con una franela roja que le regalaron porque no tenía que ponerse.
Eso sí, la señora tiene sus contactos con una dama muy vinculada al gobierno; generalmente esta tampoco es chavista pero se hace la pendeja, mientras caiga la llovizna y su esposo que tampoco es pero lo pusieron donde hay, tiene mando y de vez en cuando alza la mano izquierda y grita “¡Patria o muerte, venceremos!”. Por allí, la dama de este cuento tiene acceso a cosas que muy pocos consiguen.
Por esa vía la señora siempre tiene, además de camionetas, pacas de harina, café, cajas de aceite, sacos de azúcar, líquido de fregar platos, jabón, etc., y todo aquello cuanto los demás no conseguimos y menos si se es chavista.
Tiene sus negocios; pues viaja; consigue dólares con los contactos de su amiga más allá de lo previsto en las normas; en el mercado paralelo, donde mandan sus compinches, le es una panza; pasaporte tiene al por mayor, por si alguno se le vence y cuando necesita visa para algún país, allí el problema es menor, pues le mete al odio contra “este gobierno maldito y comunista decadente”, que le ayuda a subsanar cualquier obstáculo.
Su marido no sale de la casa. Sentado en cualquier rincón de ella, donde todos son cómodos, y silla preferida, llama cuatro o cinco veces diarias a empresas del Estado, sobre todo a la más poderosa y los contratos, pedidos de cosas que aquellas en lugar de comprar a los grandes proveedores y productores, se las compran a él, le llueven como si fuera invierno en tiempos de “La Niña”. Así se gana sus reales sin salir a la calle y con su vaso de 18 años siempre tintineante en la mano. Después que cierra sus negocios con las empresas del Estado por teléfono, llama donde debe hacerlo para cerrar el círculo. El sólo saldrá de su dorado encierro a visitar las oficinas de la empresa donde le darán el cheque “como pago por su esfuerzo”. Desocupado, no del whisky, sino de “hacer negocios”, llama a sus panas y comentan:
-“¡Cónfiro! La vaina está cada día más jodida. Hay que salir de este gobierno ya, porque no sirve pá un carajo”.
“¿Los hijos? ¿Cómo están los muchachos? Pues todavía no se han graduado; esperando hacerlo van a la universidad de vez en cuando; esperan entrar de gerentes en la empresa grandota aquella donde están sus panas y de sus padres. Pero eso sí, no a ocupar un carguito balurdo. Esos son para chavistas. Ellos esperan y confiados están, como que el sol saldrá al amanecer, que al entrar les manden al exterior a cobrar en dólares, hacer poco y darse la gran vida. Para eso están sus padres y sus amigos enchufados.
Mientras tanto, andan en sus camionetotas de arriba abajo, ayudando como puedan a las guarimbas pero sin asomarse mucho, ¡no vaya a ser cosa! Pero como sus padres, mientras tanto, hacen sus negocios más que todo también con empresas del estado, sin joderse – hijo de gato caza ratón -, para eso cargan en sus vehículo sus laptops, maletines y teléfonos más vergatarios que esos “Vergatarios” que usan los chavistas.
Como sus padres repiten donde vayan, a cambio de los favores recibidos:
-“¡Cómo es verdad que este gobierno no sirve! La salida es ya”.