Esa misma avalancha se le vino encima desde la semana pasada a “La Salida”, que aunque la hayamos visto como línea política de Leopoldo López y la señora Machado, con el aval de los grandes titiriteros, fue en la práctica también de la MUD, por las omisiones o vacilaciones de todos sus integrantes incluyendo a Ramón Guillermo Aveledo. Fue un hecho evidente que quienes conforman esa organización, salvo los dos primeros nombrados, no se atrevían a discrepar de éstos por temor a lo qué pudiera suceder y el respaldo del cual habían venido gozando de importantes sectores del Departamento de Estado.
De repente las líneas de vanguardia y retaguardia, ofensiva y defensiva, del cuadro opositor comenzaron resquebrajarse. La primera manifestación que uno recuerda, fue de cuando el presidente Maduro llamó al diálogo e importantes personajes de la política y la economía como Hirán Gaviria le tomaron la palabra y se incorporaron a mesas de diálogo sobre el área y al parecer allí han llegado a acuerdos. El sector opositor de la economía se sintió tentado y hasta cautivado pero optó por disimular porque en él ejercía presión la posibilidad que “La Salida” fuese exitosa. No pasemos por alto que el venezolano en gran medida adora las cosas azarosas. En aquel momento, los integrantes de la MUD comenzaron a tirar sobre su propio arco; desde luego que habiendo roto las guarimbas la conexión con las líneas de ataque hacia el área contraria no les quedó otra opción que empezar a meterse autogoles para dar la sensación que seguían en juego.
El primer gran golazo o mejor autogol, pero fuera de serie, lo introdujo Luis Vicente León, cuando entrompó a los guarimberos y les lanzó el balón a la cara, demostrándoles que beneficiaban al contrario con su juego. Que más del 75 % de los venezolanos repudiaban sus acciones violentas, más del 43 % no reconocía ningún líder opositor y quienes se creían líderes contaban con un respaldo raquítico. El golpe fue mayor cuando les dijo que pese las dificultades y quizás por sus acciones vanguardistas y contra su propia gente, el presidente Maduro se había solidificado con un apoyo por encima del 42 %.
Cuando nadie lo esperaba, quizás pensando que mejor que no meter ningún gol era introducirlo aunque fuera en su propio arco, apareció pegado a la línea derecha el señor Capriles y mandó un “patadón” que sorprendió a todos, hasta al graderío, con un enorme letrero que decía cosas como estas:
“La salida fue un fracaso. Sólo consiguió fortalecer al gobierno y que más del 89 % de los venezolanos repudiasen los actos violentos de quienes lanzaron aquella consigna y organizaron los actos que la acompañaron”.
Fue este el segundo autogol que empezaba a llenar la red detrás del arco opositor y a partir de allí se desató un aguacero de autogoles que al pobre portero, Ramón Guillermo Aveledo, obligaron a guarecerse en el fondo, detrás de los tres palos, como si fuese también el balón.
El tercero provino de los botines de un jugador que se había paseado por la media cancha, sin invadir con ánimo la contraria, jugando como agachado. Este hizo un disparo contra su propio portero que llevaba el valor del suyo mismo, su partido AD y pegado al balón iba el sello de UNT y PJ; es decir, un autogol que valió por tres. Fue Ramos Allup, quien se coló por el medio del campo en aquel zafarrancho y espetó: “La Salida no constituyó ninguna solución a los problemas del país”. Pero el balón que chutó llevaba otro rótulo, que decía “La mayoría de la población e incluso fuera de Venezuela como la ONU, la OEA y el Vaticano, apoyan que se retomen las conversaciones con dirigentes oficialistas”.
Tome nota el lector, para su propio análisis de esta etapa del partido, como el dirigente adeco, al reaparecer no se sabe si de su opacidad en la cancha opositora por este tiempo o de la clandestinidad, nombra el apoyo que “fuera de Venezuela” les ofrecen para sus nuevos planteamientos tácticos del partido.
Pero la cosa reventó en mayor número de autogoles, cuando el arzobispo de Mérida, Baltazar Porras, un jugador generalmente conflictivo, de un hablar y enjuiciar que generalmente le hace coincidir con quienes promueven “La Salida”, dado al juego rudo, pareció salir del mundo de los fantasmas y, cuando nadie le miraba, ni siquiera recordaba, estando en el área de penalti, teniendo el balón parado a sus pies, se volteó y se la zampó a su propio arco y dijo: es necesario que “se reanude el diálogo y que no sean los radicales que digan que no vale pena”. Cuando escuché aquello de radicales recordé el viejo refrán de “cachicamo llamando a Morrocoy conchúo”. Fue como ver que quien generalmente carga los tobos y ataca por mampuesto, intentase asumir el rol del técnico.
Mientras todo aquello ocurría, en las graderías se produjo un silencio insondable, porque era insondable aquel gesto y tremendo patadón.
Siguió el juego, siempre dentro de la cancha opositora y entre ellos mismos, no pudiendo avanzar porque los de la “La Salida”, plantados en el área de tránsito habían roto toda posibilidad comunicacional. De repente, como cuando se dice “la casa llena de muchachos – en este caso autogoles – y parió la abuela”, aprovechando el desconcierto general, el portero mismo, Ramón Guillermo Aveledo, quien a su vez hace de Director Técnico, teniendo el balón frente a sí, no aguantó la tentación, se volteó y la mando donde estaban arrumados los autogoles anteriores y acompañó aquel autogol como al cuadrado, con el siguiente epitafio: “Nos toca cambiar al gobierno cuando toque. Constitucionalmente, democráticamente, pacíficamente. Hay quienes nos piden que tumbemos al gobierno. Pero ese no es nuestro papel”. Claro, se le olvidó advertir al escribir lo de tumbar al gobierno la pregunta que parece de ritual ¿con qué culo se sienta la cucaracha? Pero también que él había contribuido, con sus salidas evasivas y caminar zigzagueante, con quienes le pedían “tumbemos al gobierno”.
“La Salida” parece haber perdido el juego, enterrada por tantos autogoles. Hubo un cambio arriba, ante la terquedad de los hechos, más que de la dirección técnica en la cancha, de quienes se mueven en lo oscuro”. Con todo aquello, ese germinar de autogoles, sus promotores, hablo de López y Machado, pudieran estar en el fondo de la fosa, quizás por lo menos por ahora, a quienes de paso nadie escucha. En cuanto al Director Técnico, pese a su tardío e inseguro arrepentimiento, pese ser mal de muchos, creo que le sale tarjeta roja.
Pero esta campaña futbolística sigue y en el otro campo parecieran no tenerlas todas consigo. Jugadores como la ineficiencia, la indefinición económica, el emplaste en el manejo de las divisas que ingresan, improvisación, corrupción que emana hasta de la grama misma, la inflación que amenaza tragarse nuestra alma de hincha incondicional, discordia, mal manejo de las relaciones internas y hacia afuera con los aliados que han jugado bien a la defensa, por lo menos hasta que el adversario estuvo atacando duro, amenazan con derrumbar al equipo. Veremos qué pasa cuando la oposición reorganice sus líneas, ataque con inteligencia y orden, si es posible que el marcador, por lo menos, se mantenga como viene.