En la oposición son tantos los aspirantes a las presidenciales del 2019, que más bien parecen sardinas en lata. Cegados por una desmedida ambición que les nubla el horizonte, cada uno se considera una potencia electoral. Y porque no han tenido elemental precaución ni conciencia de sus enormes limitaciones, ninguno se atreve a preguntarse: ¿con qué culo se sienta la cucaracha? De modo que salga sapo o salga rana, cada día que pasa hace más remotas las posibilidades de que algunos de ellos pudieran entrar airoso por la puerta grande del Palacio de Misia Jacinta. ¿Acaso no será esta quijotesca pugna, como pelea de borrachos por una botella vacía?
Haciendo un ejercicios de imaginación, supongamos que por aberraciones de la vida, se llegara a instalar un gobierno de ultraderecha, con toda su carga de contradicciones, pues cada quien hablaría un idioma distinto cual Torre de Babel. Entonces, ¿Qué pasaría en Venezuela? ¿Acaso no es cierto que muchas manos en el plato pongan el caldo morado? ¿Y cómo seria ese acuerdo entre perros y gatos como Leopoldo López, Capriles, Ledezma, María Corina, Ismael García, Andrés Velásquez y pare usted de contar a tantos extraños especímenes? Guardando las distancias por su importancia y trascendencia histórica, recordemos que fue por no ponerse de acuerdo quienes integraban el gobierno colegiado de la Primera Republica de 1811, que aquel novísimo experimento republicano tubo vida efímera.
De manera pues que nadie debería hacerse ilusiones con una encerronas que ciertamente está plagada de hipocresía, y que con medias verdades pretenden ocultar que sus deliberaciones son un Circo Romano a puertas cerrada. ¿O me equivoco?