Quien habrá visto que sea razonable mezclar el agua con vinagre y pueblo con fascistas. Solo a cínicos e instigadores de oficio como el prófugo Rafael Poleo, tienen la infeliz ocurrencia de proponer borrón y cuenta nueva, exhortando a la vez a trabajar agarrados de la mano con la oligarquía parasitaria, corrupta y apátrida. Menos mal que por algo Dios no le dio cachos al burro.
Apuntando en esa misma dirección del plan macabro de los lacayos del imperialismo, vuelven a meter su cuchara los vagos y ociosos jerarcas de la Conferencia Episcopal de Venezuela, por cierto, muy expertos en tirar la piedra y esconder la mano. Y porque la vagancia es la madre de todos los vicios, ahora hipócritamente los lobos con piel de cordero de la CEV, desperdiciando tinta y papel, insisten en meter por debajo la mesa su descabellada argucia de que el “dialogo y la reconciliación son la única vía para escapar del desenlace violento”. ¿Verdad que no deja de ser farisaico ese documento de la CEV, que solo podría digerirse empleando el método hermenéutico según el cual todo debe entenderse al revés?
Por suelte, el país esta consciente de que estamos frente a otro chantaje de quienes andan molesto porque el Estado les quito el subsidio, con el cual los integrantes de la CEV estuvieron muchos años financiando una vida rodeada de lujos y opulencia como gran pacha. Entonces, ¿Cómo creerles a quienes mienten con el mayor descaro y conspiran contra las conquistas sociales que favorecen al pueblo.
A simple vista cualquiera se percata que estos males como la especulación, usura y acaparamiento se originan de unas relaciones de producción que estimulan el mercado negro, así como todos esos flagelos intrínsecos en un modo de producción basado en la propiedad privada. De modo que si queremos que las cosa cambien para bien, entonces deberemos dar el salto dialectico al socialismo del siglo XXI. Lo demás seria tirarle peos a la luna.
En verdad quisiéramos que la CEV, aunque sea por una sola vez, se les prendiera el bombillo escuchando los oportunos consejos del Papa Pancho, quien conociendo nuestras realidades y angustias por su condición de latinoamericano, ahora nos da el pitazo de alerta para salvar a los pueblos tercermundistas. ¿Acaso desacierta el Sumo Pontífice, cuando nos deja entrever que el capitalismo en crisis es un boleto sin regreso al infierno? Por ello, los venezolanos de este difícil tiempo de transición no deberían dejarse marear por cantos de sirena, y mucho menos caer en la trampa de pactos infamenes o “gobiernos de unidad”, pues a la postre entramparía al poder popular en un callejón sin salida. Máxime cuando sabemos que esa desquiciada oposición ya lleva más de quince años pasando aceite, y ahora está chinguita por meterle el diente a la administración pública. ¿O no se nota que entre ellos se quieren comer, cuando piensan en las parlamentarias? Con razón el doctor Ramón J. Velásquez me decía: “Kamel, el poder es el poder, así la casa tenga el techo roto”.