Como ya lo ha dado a conocer en todos los medios informativos, el único interés de la burguesía parasitaria es lograr del gobierno de Nicolás Maduro la implementación de un paquete de medidas económicas neoliberales, similares a las ejecutadas en 1989 durante el mandato de Carlos Andrés Pérez, apuntando al control sobre los dividendos obtenidos de la industria petrolera nacional, tal como lo hicieran sus antecesores desde el momento que se instaurara el modelo de Estado vigente. De ahí que trate de agudizar el desabastecimiento para desmoralizar al pueblo, obligándolo a pensar que toda la culpa de la situación actual del país recae en las autoridades nacionales.
Así la burguesía parasitaria, la dirigencia política de la oposición y las corporaciones mediáticas intentan posicionar la matriz de opinión respecto al fracaso del modelo económico diseñado bajo el mandato del Presidente Chávez, a pesar de estar conscientes que dicho modelo dista mucho de ser socialista. Con esto quieren esconder su responsabilidad en el sabotaje hecho a la economía del país, sobre todo en cuanto a la producción, distribución y comercialización de productos básicos para la familia venezolana, repitiendo la misma estrategia desestabilizadora auspiciada desde Estados Unidos contra el gobierno de Salvador Allende en Chile.
No se puede negar que todo esto responde a un plan minuciosamente elaborado. Todas las tentativas opositoras para derrocar al gobierno constitucional de Venezuela tienden a preparar el momento ideal para que haya una intervención más directa y de mayor calibre del imperialismo gringo. Aún no lo han logrado, gracias -en un primer término- al nivel de conciencia alcanzado y demostrado por los sectores populares que, a pesar de los grandes inconvenientes causados por el sabotaje económico del cual es víctima actualmente, no comparte la idea de la oposición de salir del gobierno por la vía violenta y anticonstitucional. Sin embargo, esto último no significa que los sectores populares pasen por alto los errores, la corrupción y las inconsistencias presentes en algunos grados de gobierno. Ello ha representado un dique de contención ante las pretensiones fascistoides de la oposición.
No obstante, todavía falta mucho por hacer. Los sectores populares deben acelerar su proceso de resistencia, organización y movilización de una manera decidida. Se requiere que los mismos sean capaces de identificar claramente el tipo de tácticas y estrategias utilizadas por tales grupos, de manera que exista una concertación adecuada con las autoridades para disminuir sus efectos por completo. Para esto es preciso que las organizaciones del poder popular se activen en función de contrarrestar el sabotaje económico promovido por el sector empresarial, ejerciendo una contraloría y una inteligencia social permanentes y, de ser necesario, en última circunstancia, proceder al decomiso de los productos que se hallen acaparados y proceder a su venta directa a los consumidores, amparándose en el poder constituyente que les corresponde.