Alguna gente opositora, hasta de muy buena fe, que le aterra el proyecto del “Socialismo del Siglo XXI”; porque por mucho de lo que vea, haya comprobado que Chávez no le quitó los muchachitos a sus madres, sino todo lo contario, por él se han dado 700 mil casas dignas para que las madres críen a sus hijos como Dios manda, cada día son mejores los carros que conducen sin que les hayan quitado ninguno, siguen enfrascados en la idea que por aquella definición, algún día o madrugada, cuando ellos aun dormiten, las huestes del chavismo, los círculos bolivarianos o para decirlo como ahora “los colectivos”, invadirán con violencia sus casas para quitarles sus cosas y los muchachitos; quizás a estos llevarían a oscuras cavernas donde Fidel Castro les cuidaría y adoctrinaría en la idea del mal a través de los bombillos ahorradores.
Gente de esa, repito, incluso muy buena, usa la palabra de Walter Márquez, quien asegura tener en su poder la mismísima partida de nacimiento colombiana de Nicolás Maduro. No sé qué espíritu invadió al tachirense Márquez, aquel que puso al descubierto el abominable hecho de “El Encanto”, donde las fuerzas del gobierno cuarto-republicano de entonces masacró a un inocente grupo de campesinos que hacía un sancocho a la orilla de un río. Ellas, comandadas entonces, según se dijo, por López Sisco, cometieron aquella atrocidad y se excusaron diciendo que las víctimas eran guerrilleros vinculados a la FARC. Sólo eso dijeron, sin siquiera alegar que hubo un enfrentamiento, lo que les resultaba cuesta arriba probar, pero sirvió para que sobre el comandante y sus comandados se tendiera un manto de impunidad.
Lejos estaba uno de imaginar que Márquez, dirigente del MAS, posiblemente, no sé, proveniente de la izquierda, historiador inteligente, quien gozó de la confianza de Chávez, tanto que éste le hizo embajador, terminaría sirviéndole a la derecha, no ya como amanuense de aquel gobernador copeyano, insignificante él, quien le gustaba querellarse con la “Fosforito” en la cámara de diputados, procedimiento por el cual quería dejar constancia de su hombría, sino en algo de menor importancia como la de ser un simple repetidor de un papel ya jugado y gastado por Henry Ramos Allup y Cochez, aquel grotesco embajador panameño en la OEA.
Ramos Allup, cuando Chávez una vez más le ganó a la derecha una contienda electoral con tal avalancha de votos que no dudamos en llamar una paliza de 60 por ciento a cuarenta, tomó espacio y dijo que se había configurado un fraude. “Tengo las pruebas en las manos. Nuestros comandos nos las han hecho llegar. Mañana mismo las presentaré al país”. Pasaron los días, meses, años, el planeta giró infinidad de veces y todavía el dirigente adeco no ha presentado las pruebas.
El ex embajador panameño, Cochez, según Roy Chaderton, “pintor mediocre y patán”, de paso inmiscuyéndose en un asunto fuera de su competencia, dijo en la OEA, ante la Asamblea misma, que tenía en sus manos la partida de nacimiento colombiana de Nicolás Maduro. Intentó mostrar que su denuncia era precisa. Citó hasta el número del documento asignado en el libro respectivo. La autoridad colombiana competente, en su oportunidad le desmintió, también de manera precisa señalando que ese número correspondía a otra persona y en consecuencia, la supuesta partida atribuida a Nicolás Maduro no existía.
A todas estas, aquel Walter Márquez quien decidió irse del chavismo, sin que uno nunca haya sabido por qué, pero no bien visto por AD y COPEI y la derecha toda por aquellas denuncias sobre las cuales montó su prestigio que le llevó al Congreso Nacional y su participación en posiciones importantes en el gobierno del comandante, tuvo necesidad de recomponer su vida. Para ese fin, tristemente recogió el viejo, desgastado y hasta desprestigiado guion construido con las fantasías malsanas de Ramos Allup y la mentira descarada de Cochez. Pero antes, como quien prepara su regreso en otros espacios, estableció relaciones cercanas con César Pérez Vivas, ex gobernador del Táchira, antes copeyano, ahora uno sabe, porque por esos lados la vaina no anda bien y a quien acaban de inhabilitar políticamente por siete años por asuntos oscuros en el manejo presupuestario de aquella entidad federal.
Un buen día Walter Márquez, como si fuese aquellos dos, anunció que tenía en sus manos la partida de nacimiento colombiana de Nicolás Maduro, sin mencionar número, cuidándose que le respondiera la autoridad colombiana, y que en breve presentaría. Por supuesto, esta vez, distintos personajes de la derecha nacional se hicieron eco del asunto; se gritó a voz en cuello en las calles y hasta en medio de guarimbas.
Pero Márquez, como Ramos Allup, tampoco ha presentado su prueba. Lo único que queda, es que la derecha, aquella que tuvo a Márquez como enemigo, hoy en la calle, en las esquinas y tertulias donde se habla de política barata, tomen al tachirense otrora personaje respetable, para utilizarle como referencia y repetir una mentira e insignificante cosa. Su triste aporte ha sido el de acumulador de basura para quien quiera, sin talento ni capacidad crítica y hasta carente de los menores cuidados, las disperse por cuanto espacio sea necesario sin importar los daños. Lo importante es llamar la atención, reconstruir una fama perdida y ser aceptado por aquellos que antes, siendo joven, combatió; por eso se presta para esas argucias y bajezas.
Por eso reí con conmiseración, cuando alguien, creo de buena fe, en una trivial conversación que no podía sustentar, se levantó como quien tiene la piedra filosofal en la mano, la bola de cristal, los pergaminos de Melquíades, aquel misterioso personaje de “Cien Años de Soledad” y dijo, “Maduro es un presidente ilegal. Es Colombiano, Walter Márquez tiene la partida nacimiento en sus manos”. Listo y puesto.