Fórmula química atribuible al Dr Lupa es un suplico chino y tremendo disuasivo para manganzón en huelga de hambre


Ese Cardenal Urosa Savino es tragicómico pero se la echa de Marlon Brando lo que no le queda nada bien y, cual Vito Corleone, astuto galán divertido y cruel aúpa inescrupulosamente a un grupete de muchachos descerebrados como carne de cañón para que conspiren contra la estabilidad del Estado y, en consecuencia, de la paz de todos los venezolanos.

A Urosa hay que llamarlo como Savito Corleone porque eso de fomentar el que un grupo de muchachos se dispongan ique a una huelga de hambre y a la nochecita, tras bastidor zamparse tremenda papa es una burda comedia que El Papa seguramente desaprueba porque eso es sencillamente engañar al pueblo desde el parapeto de la fe cristiana; o dicho de otra manera, que el tal Savito es un impostor expresión de la corrupción del sacerdocio.

Huelga de hambre la de Bobby Sands del IRA -Ejército Republicano Irlandés- no la del grupete de sinvergüenzas cuyo “Padrino” -Urosa Savito- pretende sublimar.

No, Señor Cardenal Savito, usted está meando fuera del perol, usted debe saber que una verdadera huelga de hambre es una medida extrema cuando se hayan agotado todas las vías de conciliación de la causa que ha originado el problema, ¿qué tiene usted que decir al respecto?; Señor Cardenal, usted debe saber que toda huelga de hambre acarrea daño biológico irreversible a quien la sufra, en consecuencia usted es tremendo irresponsable, claro, al no tener hijos poco le importan a usted los de los demás.

Valga la digresión previa, y ahora en otro tono voy al hueso del asunto que me ocupa:

Para acabar con una pantomima de huelga de hambre nada es más eficaz que aplicarle un suplicio chino al manganzón; lo primero que debe hacerse es situar a escasos metros del aludido, y preferiblemente a primera hora de la mañana, tres topias con leña de guatacare bien sequita ardiendo cubierta de chamiza de hojitas de laurel y que el fuego no sea vaporoso sino tenue; a seguidas ponga usted el/la sartén con una o dos cucharaditas de aceite del menos volátil posible y acto seguido una vez calentado suavemente esparza trocitos de ajo preferiblemente fresco si no tierno y remover con una paleta de madera, hasta dorar; eh, no deje quemar al extremo, al carbón; extraiga y repita la operación una y otra vez acopiando el manjar en un envase que hará circular discretamente alrededor del ique moribundo sinvergüenza, a modo de incensario.

Tenga en cuenta que con sólo el aroma maravilloso de ajitos sofritos usted puede abrir una arepa caliente y degustar con deleite contimás con rellenar dicha bicha con tales y una pizca de mantequilla o de margarina.

Dos o tres horas después, ya próximo al mediodía hora de almuerzo, debe usted pasar a la segunda etapa, limpie de aceite usado la vasija y vierta una moderada porción de nuevo aceite hasta calentar y acto seguido una buena ración de chorizo carupanero al tiempo que vierte un huevo y remueve con fruición -si complementa con un chorrito de aceite de oliva extra virgen yo no me voy a poner bravo- y una vez listo, vierta en una cubeta de vidrio, adorne con hojitas de perejil o de culantro (a falta de, cilantro puede ser) y acompañe con trocitos de casabe y una jarra (por supuesto, de vidrio) con guarapo´e papelón con limón….¡y, aparézcasele de sopetón con tremenda bandeja, al zagaletón!

En honor a la verdad debo aclarar que la citada fórmula no es de mi autoría sino que se le atribuye a un tal Dr Lupa, pero la sé, seguro; y, más todavía, a un tal Ceballos, al que le fue aplicada, dio excelente resultado; queda por serle aplicada a un tal Leopoldo López incurso en la misma necedad pero en este caso faltaría un detalle, pasarle por delante un frasco de güiski del que llaman mayor de edad y ofrecerle un par de cc para que espabile los ojos como dos guevos fritos (la “h” es muda sorda y ciega).



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Guillermo Guzmán


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