La grandeza "patriótica" de la oposición en Venezuela

Ajustada a un guión de provocaciones preestablecido, con el que persigue disminuir el efecto causado por sus innegables acciones desestabilizadoras entre la opinión pública, sobre todo exterior, la oposición venezolana no deja de ser noticia. De una u otra forma, sus representantes se hacen notar, ya sea a través de matrices de opinión difundidas en todos los medios de información que están a su entera disposición, con sus actitudes y mensajes abiertamente fascistoides, además de la violencia callejera con que intentan intimidar al pueblo, o lo más cumbre de su comportamiento, con el desprecio reiterado a todo aquello que simbolice de algún modo positivo un sentimiento patriótico.
 
Esto último no es cuento. Es una verdad verificable. La oposición siempre ha mostrado un desdén por los símbolos patrios, a tal punto que la Bandera tricolor sufrió una alteración de sus colores tradicionales, reemplazándose su azul por el negro, y colocándola en forma invertida para, aparentemente, manifestar su protesta contra el régimen que, según su mentalidad de clase, está acabando con los derechos del pueblo; negándose a aceptar la inclusión de una octava estrella, tal como lo solicitara Simón Bolívar y lo cumpliera el pueblo de Venezuela bajo el liderazgo de Hugo Chávez. Otro tanto ocurre con el término Patria, ahora revestido de una connotación más apropiada y más sentida que en el pasado; igualándolo la oposición con la necesidad de adquirir papel higiénico y otros productos de consumo masivo, acaparados, justamente, por quienes le siguen el juego a la oposición, sin considerar sus efectos nocivos a largo plazo en el país.
 
Y si le sumamos a esta breve relación de la "grandeza patriótica" opositora el hecho histórico terrible del 12 de abril de 2002, cuando arrumaron el cuadro del Libertador Simón Bolívar en un baño del palacio de gobierno de Miraflores sólo porque el Presidente Hugo Chávez lo situara en un lugar de honor, como merece estarlo siempre, y lo catalogara de ser el inspirador fundamental del proyecto transformador e ideológico que, desde 1999, adoptaron y han defendido los sectores populares venezolanos. Esto sería la guinda del pastel, como se dice, pero no ha sido así. Nuevamente, con su torpeza característica, la oposición se anota otro punto en eso de mantenerse vigente mediáticamente. Esta vez haciéndole comparsa a las intenciones gringas cuando Obama dió a conocer su decreto ejecutivo sobre Venezuela, calificándola de ser una amenaza inusual y extraordinaria a la seguridad y los intereses de Estados Unidos. Quizás sus máximos representantes pensaron en la inminencia de una invasión gringa que desalojara a Nicolás Maduro de la presidencia y les sería traspasada a ellos como garantes de la "pax" imperial y de la vuelta al pasado en territorio venezolano.
 
Hasta allí podría limitarse el expediente de actitudes y acciones que nos hablan de la "grandeza patriótica" de la oposición. Sin embargo, tal parece que su objetivo final es derruir por completo todo lo que cause orgullo entre quienes se consideran patriotas, ridiculizando a los próceres que identifican la gesta independentista, sin que haya una medida contundente de las autoridades para impedirlo. Como puede deducirse fácilmente, a la oposición no la motiva sino su mezquina ambición de poder. Si para satisfacerla tiene que lamer los zapatos de los poderes fácticos del imperio gringo, lo hará sin mostrar ningún empacho. No en balde, durante cuarenta años sus "prohombres" del Pacto de Punto Fijo se amoldaron sin remilgos a la doctrina de seguridad nacional de Estados Unidos y fueron capaces de mantener una política oficializada de hambre, miseria y represión, sin que ninguna jerarquía eclesiástica u organismo internacional condenara en algún momento la barbarie encubierta instaurada en Venezuela. Así que la oposición, al reivindicar este pasado nefasto para los sectores populares, no podría asumir otra condición distinta a la exhibida hasta ahora, es decir, ésa que surge de la contrahistoria y le hace ir contra la corriente, a pesar de todos sus errores.-
 
 


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Homar Garcés


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