Ni el patriota cooperante Trucutrú lo pudo descubrir; en cambio, los sabuesos del Club de los Pobres llevaron a cabo una pesquisa ardua y, como es de esperar, sigilosa, para dar con el quid de la cuestión y he aquí el fruto de sus investigaciones: el burrósofo regresó a Venezuela para aprovechar el año nuevo y abrazar con los brazos.
Y lógicamente vino para celebrar con ron del bueno, la caída del régimen, y en consecuencia nada mejor que postularse de nuevo a presidente, no vaya a ser que Locoldo se le adelante y coja ventaja en la carrera presidencial.
Seguramente ya el susodicho adquirió unos cuantos reloses para repartir en navidad, entre sus adláteres.
Ignoro los pormenores, pero de que tal regreso se inscribe en un plan general no da lugar a dudas. Aseverar que específico rol juega el caso en la urdimbre es caer en lo especulativo, y opinar debe ser siempre un acto de responsabilidad; pero hay un tufo, por lo que el pueblo debe andar mosca.
De todas formas lo prudente es que el comando de la revolución trate de poner sobre la mesa todos los sucesos visibles e inclusive los no visibles y, puesto que todo tiene un hilo, indagar la hebra y armar el mapa del desarrollo de la realidad, prospectivamente, tener claro hacia donde se mueve ésta porque hay que darle un palo por la cabeza a la culebra y si tú no lo sabes lo que vas es a dar palos de ciego.
De cualquier manera, es bueno recordar que en la guerra, cuando el enemigo nos hace un ruidito por el norte hay que enviar una patrulla a explorar el sur.
Es indispensable conocer al enemigo, saber cuáles son sus armas, dónde está y qué hace, hacia adonde se está moviendo y mucho más que prefiero omitir públicamente, pero, esencialmente debemos disponer listo el cañón de la sorpresa, saber cuando no esperar sino entrompar.
Si una pieza del enemigo es como el referido Burrósofo, que cacarea y no pone huevos, hemos de saber que sirve para distraer y en consecuencia es añagaza, en cuyo caso debe aplicarse eso de que no vale la pena gastar pólvora en zamuro pero debemos saber que el enemigo es sagaz y quema sus piezas cuando le conviene; y es que esas piezas no se gobiernan sino que son gobernadas por una mano peluda, así que prudencia y sabiduría de nuestra parte y que no panda el cúnico en nuestras filas, todo lo contrario.
Si el burrósofo vino no es ron sino guarapita con chinguirito aunque él se la eche de -como sentencia el pueblo- la última pepsicola del desierto seco en una isla rodeada de agua.