Vladimir debe sentirse feliz. Está alcanzando un nivel que parece haber estado en sus ocultos afanes. Hasta ahora ha subido demasiado para tener tan poca estatura y esa cara de niño triste pensando en un helado con una fresa en el copo. Fue diputado constituyentista por aquellas glorias heredadas de las luchas heroicas del PCV a las que fue ajeno y, otra vez por eso, cuando entró en la lista del MAS por apoyar a Chávez, lo que los políticos ortodoxos, de la vieja y mohosa escuela llaman la cuota. Por lo mismo, como ya antes dije, fue embajador y estuvo allí, en los alrededores, donde los poderosos mandan, a la espera de una seña. ¿Quién sabe? A lo mejor ella no llegó nunca, o lo mandado desde la cueva donde, se refugia el alto mando, por la bulla del público, el atravesar de un vendedor de cerveza con una cava o caja al hombre, le impidió que a él llegase impoluta y le tiró a lo que no debía. O pudo haber confundido la seña con la marca en la cava o caja que portaba el vendedor y se fue para allá.
Se fue Vladimir con su música a otra parte y encontró otro mecenas. Eso dicen. Tanto parece es verdad que fija la línea del canal. Reclama por él ante el gobierno y aparece como dueño de todos los macundales. Pero antes se prestó para que el gobierno se confiase en los dueños del canal. Es más, habla con una autoridad, por un medio que se presume no suyo, propia de hacendado mandón. Un gran esfuerzo debe hacer tras su cara de marca.
Vladimir sin dejar su tristeza, porque en los pobres, cuando ella le llega a uno de niño, en el nacimiento mismo por herencia ancestral, está allí como pegada y dispuesta a no irse ni que uno el Kino gane; “quien nace barrigón ni que lo fajen chiquito”. Habla otra vez, no como él, aunque se lo crea y quiere uno crea, sino por otro, porque es una vaina que se pega, los reales pegan vainas que no le vienen a uno de su gente, por la sangre y la crianza. Hay quienes dicen que todo hombre tiene su precio; pudiera ser una mercancía y en verdad, sin generalizar, eso suele suceder..
Por este otro estado de ánimo de Vladimir, el de jefe reencauchado, ahora mismo toma el canal y, a través de este, la palabra, para increpar al presidente de la república, vainas que si no fuera por la tragedia nacional, movieran a la risa; por lo que dice, como y la cara que pone, que no se avienen. Me da risa, además por mi tío Matías, aquél hombrón de casi 2 metros con 20 centímetros, cuya voz sonaba como un niño regañón. En los hechos, mi tío fue muy coherente. Era su cuerpo y su voz.
Dice o dijo, “soy periodista y me es obligatorio actuar en el marco de la imparcialidad”. Es cierto, está obligado a eso cuando informa y pregunta. ¿Pero Vladimir asume de verdad esa actitud en su programa? Si él lo cree, entonces en serio uno tiene derecho a pensar que es bipolar, de esa patología que hablan los psiquiatras. Lo menos que Vladimir sabe hacer es mostrarse como tal en su programa. ¿Y cómo hacerlo? Es difícil cuando se es portavoz de alguien que piensa y quiere otra cosa y, además, se está atrapado por una copiosa propaganda comercial que paga bien y pide lo suyo a cambio. Personalmente le entiendo, lo no que implica justificarle. Como dice una vieja amiga, “ese es su peo”.
Luego agrega, ¡úpale!, “soy firmante de la constitución y por ello no puedo eludir el deber de decir unas cosas”. Cuando leí eso me desternillé de risa. Sacó el pecho y nos restregó que fue constituyentista, sin decir cómo. Claro, para ser justo, muchos como él, de esto, el cómo, no hablan. ¿Quién se va a ocupar de un palo más en el monte? Pero además, parece reclamar su derecho a “decir unas cosas”. Obviando que cada momento las dice; ¿no será que por aquello de la bipolaridad, pasa por alto que todo lo que dice y sugiere en su programa lo da como dicho por otro? ¿Vladimir cree engañar cuando guía a sus entrevistados opositores a decir lo que quiere contra el gobierno? ¿Cuándo se muestra como perro de presa – sólo es una manida frase – ante aquellos chavistas que califica de segunda?
Se imagina que habla por sí mismo al presidente; mientras por descuido deja ver la manija del fonógrafo.
Acusó al gobierno de estar al borde de restringir garantías, como un volver al pasado aquel de “dos te quito una”, para terminar diciendo irresponsablemente, “Aunque todavía no conocemos en detalle los alcances concretos de estas medidas”. Se refería así al decreto para la extensión de las medidas económicas urgentes y las relativas al preparamiento para caso de agresión externa a raíz de las declaraciones de Uribe. ¿Acaso Vladimir también piensa que lo dicho por Uribe es una simple amenaza o sólo una invención de Maduro? ¿Es ingenuo Vladimir como para desconocer lo relacionado con el ex presidente colombiano y el paramilitarismo? La agresión que pide el mencionado personaje pudiera ser un quitarle una espoleta a una granada. Pero Vladimir ya hizo su condena por encargo. Volvemos al tema bipolar.
Vladimir como para empatar el juego, está de por medio el asunto del canal, dice que la “Constitución del 99 es víctima de quienes la desconocieron el 2002”; es decir condena los golpistas de entonces, pero se afinca y califica a “quienes gobiernan, en mayor medida, de haberse apartado de ella”. Es decir no señala al gobierno de tener responsabilidad en la crisis económica, en lo que no le faltaría razón, sino de algo más grave que pudiera justificar un golpe; unas presuntas e inventadas trasgresiones a lay y los derechos de las gentes, pues confiesa que juega adelantado. Tampoco hace mención ante la grave crisis, lo que le quita validez a su reclamo, que pudiera ser pertinente, aparte que no es quien para hablarle así al presidente, de los planes nada ocultos del Departamento de Estado, que no es invento de Maduro; Vladimir bien sabe eso y de las acciones a lo interno que tienen que ver con la violencia reiterada y agresiones al bolsillo de los venezolanos. Si eso hiciera, sin tener pertinencia, si razón, porque el gobierno es igualmente responsable en esta crisis.
Pero mientras pareciera condenar a los golpistas del 2002, baila pegado con ellos. ¡No intentes engañar Vladimir, juegas con cartas abiertas, aun en contra de tu voluntad! ¡Por mucho que te menees……!
Luego remata ese muchacho de cara triste, que lo es más cuando finge estar serio, siendo portador de voz ajena, “Es mi deber y también mi derecho invitarlo – tome en cuenta lector la palabra como tomada con pinza- a una reflexión para evitar una confrontación”.
Sabiendo uno el rol que por encargo juega Valdimir, la invitación al presidente, suena a advertencia, condicionamiento y hasta amenaza, no es un consejo y menos un pedido, sino como un recado mandado por quien para eso se presta.
Es pertinente que Vladimir, por lo que fue, sus orígenes, estuviera en la tónica de discrepar del gobierno, de enjuiciarlo por continuos errores, inhibiciones, permisividad ante la corrupción y como en estado de ambivalencia mientras el venezolano en mayoría padece toda clase de calamidades, pero no en lo que se ha venido mutando, portavoz de quienes antes adversó y conoce que no tienen nada bueno que ofrecerle a la gente a la que sirvió abnegadamente Cruz Villegas.
La bipolaridad, hipocresía y lo pequeño son bomba de tiempo que suele en aquellas cualidades esconderse.