En agosto de 2004, la oposición política venezolana recibió una derrota contundente en el referéndum revocatorio presidencial, luego de dos años y medio de lucha política intensa, que incluyó un golpe de Estado. Sin embargo, obtuvo un 40% de los votos totales, en concordancia con las cifras dadas por las encuestadoras serias del país, lo que significa un respaldo importante, aunque minoritario, respecto al 60% obtenido por el presidente Chávez. Estos resultados se obtuvieron con el Registro Electoral Permanente (REP) existente, aprobado por el Consejo Nacional Electoral (CNE) y no sometido a la “objetividad” de auditorías “independientes”, realizadas por profesores universitarios de la oposición, nombrados “a dedo” por rectores universitarios también de oposición.
Debo resaltar que, en esas votaciones, se contó manualmente, luego de tener los resultados oficiales electrónicos, el 47 por ciento de los votos, sin que se demostrara ninguna inconsistencia entre el conteo manual y el automatizado. Se utilizaron también las capta huellas, que impiden el voto múltiple de los electores. Es decir que con el CNE de Jorge Rodríguez, sin auditoría del REP, con capta huellas y luego de una movilización pocas veces vista, Chávez gana claramente el revocatorio y es ratificado.
Luego, la oposición no participa en las elecciones de diputados a la Asamblea Nacional, con intenciones evidentemente desestabilizadoras, pero también evitando la derrota que sufrirían, la cual hubiera sido mayor que la del revocatorio, según lo vaticinado por las mismas encuestadoras. Se produjo entonces una gran abstención producto de la pasividad de los candidatos gubernamentales, quienes no realizaron la campaña electoral debida; el descontento de parte del electorado gubernamental con la forma antidemocrática de escogencia de los candidatos del gobierno; la abstención de los electores opositores y la de electores gubernamentales ante unos comicios sin contendores.
Hoy, la oposición descalifica las elecciones presidenciales de diciembre, ahora con el argumento de la no confiabilidad del REP, para lo cual ha levantado la bandera de la auditoría del mismo, pero realizada sesgadamente por profesionales de oposición, quienes no tienen vergüenza en presentarse como simples manipuladores de la opinión pública, al prestarse a un juego completamente antiético con objetivos, más que golpistas, intervencionistas de nuestra patria por potencias extranjeras. Las consecuencias de esta conducta son difíciles de asegurar, pero el peligro que significan debe llamar a la reflexión al resto de los venezolanos, de manera de no favorecer sus planes antinacionales.