A nivel nacional e internacional, los políticos de la derecha (y, en algunos casos, también de la llamada izquierda tradicional) han optado por banalizar, prácticamente, todo aspecto de la vida social, restándole la importancia y la seriedad con que debería abordarse cada uno, en función de sus carreras políticas y apetencias particulares de poder. Se ve tanto en Estados Unidos como en Europa y, más cercanamente, en Venezuela donde sus adalides parecen enfrascarse en una competencia por sobresalir en cuanto a la falta de inteligencia y a la escasa, por no decir inexistente, trascendencia de sus actitudes y afirmaciones. Esto, de alguna manera u otra, ha marcado la percepción de algunas personas respecto a los problemas coyunturales y/o estructurales que estarían padeciendo, sin indagar mucho sobre cuáles son sus causas reales y dejándose llevar por lo que se entiende frecuentemente por opinión pública.
Así, los políticos de la derecha en Venezuela (calco y copia de sus pares en otras latitudes) muestran repetidamente muy poco respeto por la capacidad intelectual de los sectores populares al insistir en hacerles creer que su solicitud del referendo revocatorio contra Nicolás Maduro tiene un objetivo altruista (incongruente, por demás), como lo sería la defensa de la constitucionalidad y de la democracia, lo que -según indican- solucionaría, en definitiva y de una manera instantánea, todos los problemas existentes en el país. Incluso obligando a los diversos medios de información a instituir, prácticamente, una exclusión de la diferenciación, tanto de aquella que pudiera surgir en sus filas como de la que se hallaría presente en las filas del chavismo, substrayendo la atención sobre sus debilidades ideológicas y haciendo ver que existe una alta polarización de fuerzas, sin opciones igualmente válidas más allá de unas y de otras. Tal situación se extiende y se mantiene sin mucha discrepancia, forzando al chavismo gobernante a mantenerse en esta misma línea, contrapunteando mediáticamente, sin plantearse un debate más profundo y, por consiguiente, sin suscitar una mejor conciencia y un decidido avance revolucionario de los sectores populares.
Es por eso que resulta vital entender que la lucha revolucionaria (lo mismo en territorio venezolano que en otros de nuestra Abya Yala) implica crear no sólo mejores condiciones sociales de vida y de trabajo, necesarias desde todo punto de vista, sino -básicamente- despojar al discurso de la derecha de ese carácter de ilusión redentora con que aún atrae a un porcentaje no desdeñable de personas descontentas o que, sencillamente, ansían igualarse algún día con los sectores tradicionalmente dominantes, en vista que el mismo le causa un enorme daño al ejercicio crítico y protagónico de la democracia por parte del pueblo organizado, sobre todo, si se apela a sus mismos recursos, incluyendo el clientelismo político. Es importante entonces que se plantee entre los revolucionarios la construcción de un nuevo lenguaje político con el cual se rearme teóricamente al pueblo, teniendo como consecuencia esperada la revolución socialista en todos los órdenes, no únicamente en cuanto a las formalidades políticas, de manera que exista una verdadera transformación estructural del modelo civilizatorio actual y se logre la supresión de las distintas repercusiones que tendría la ideología de la banalización de los sectores dominantes en los modos de pensar y de vivir de los sectores subordinados, ahora emancipados o en proceso de emancipación.