Si no quiere sufrir una experiencia traumática, la derecha local tendrá que limitar su prepotencia y sus pretensiones de repetir en Venezuela lo logrado por sus pares de Paraguay, Honduras y Brasil, puesto que acá hay un pueblo que tiene plena conciencia de lo que significaría volver al pasado con un gobierno que suprimiría en su totalidad las conquistas populares y que se pondría, sin duda, al servicio de los intereses de las grandes transnacionales capitalistas y del imperialismo gringo. Su temeridad al jugarse la carta del desconocimiento del gobierno de Maduro puso en movimiento a un grupo significativo de chavistas en lo que equivaldría a un contragolpe de Estado, originando una situación singular en el país.
Los hechos ocurridos en los espacios de la Asamblea Nacional vienen a demostrarle al mundo que hay un pueblo que empezó a cansarse del comportamiento y de las provocaciones de la derecha parlamentaria y que, incluso, podría rebasar al mismo gobierno chavista, si éste no llegara a controlar la situación de inestabilidad que podría producirse en el país. Tal pareciera que a la oposición le gustara autocomplacerse, haciéndose sujeto de una estupidez planificada que les hace percibir a sus seguidores una realidad donde ellos, y nadie más, cuentan como ciudadanos dignos, desconociendo a la amplia mayoría que se contrapone a sus designios extraconstitucionales.
Es innegable que con este tipo de acciones -ajustadas a un plan preconcebido- lo que persigue la derecha parlamentaria es elaborarle un expediente de Estado forajido al gobierno de Nicolás Maduro, lo cual sería ideal para el imperialismo gringo y sus aliados internacionales a fin de imponerle sanciones de todo género a Venezuela, de una manera parecida a las sufridas por Cuba, Iraq, Libia y otros; de manera que éste se vea forzado a acordar cuotas de poder con la oposición o, en su defecto, sencillamente esté dispuesto a entregar el poder. Pero lo que obvia esta misma oposición (lo mismo que algunos jerarcas del chavismo) es que tenemos en frente a un pueblo consciente que, pese a toda su estrategia desestabilizadora, incluyendo el golpe de Estado de 2002 en contra del Presidente Chávez, se mantiene, no obstante, apoyando el proyecto de la revolución bolivariana. Esto hace cuesta arriba que la oposición logre sus objetivos.
Para los chavistas y los revolucionarios, la oposición -con sus furores fascistoides- brinda la oportunidad de recuperar y de profundizar los espacios perdidos. Hará falta promover una campaña de difusión sistemática y más amplia, de realizar movilizaciones y debates junto con el poder popular organizado, y de contribuir a que éste se radicalice y asuma, de una vez por todas, el protagonismo que le corresponde constitucionalmente, de manera que las diversas instituciones públicas se plieguen a la construcción revolucionaria del nuevo Estado comunal socialista en vez de continuar reforzando, con sus comportamientos burocratizados, el viejo Estado burgués liberal existente.-