Una mezcla de alegría fallida y desesperación inunda a la oposición. El denominador común es la "petición" internacional, transitando diversos vericuetos –campañas, guerra económica del capital, rumores, lobby en organismos internacionales y bancos– hablando mal de Venezuela y sus estados financieros. En Europa, Súmate organizó un evento en una ciudad, su enviado estuvo una hora destacando aspectos negativos solamente, alguien replicó que cuales eran los aspectos positivos de su país, este "ponente" olvidando el sentido diplomático y el concepto de análisis de Aristóteles, agarró abruptamente su maletín y se fue sin mediar palabras. Actualmente, la academia neoliberal criolla, neoliberales de clóset, junto a algunos exministros de Chávez que fracasaron en su gestión, se han atrevido a mostrar su marco teórico desactualizado. Diciendo yo no fui después de que importantes ramas de la producción a su responsabilidad quedaron sin inversión a largo plazo. Otros hablan de "desequilibrios macroeconómicos", "reforma estructural", "levantar el control de cambios" y lo más terrible "liberación de precios" –cuando de lo que se trata es de corregir esa falla actual de permitir que el precio se forme sobre la base del dólar paralelo.
Recordemos que los antídotos presentados por la oposición y sus interlocutores variopintos incluyen este menú: privatizaciones, despidos de trabajadores, desregulación, liberación de precios, entrega de Pdvsa a capitales foráneos, privatización o eliminación de las Misiones Sociales consideradas "gasto social", eso es la reforma estructural. Señala un exministro –de Chávez–, un profeta del desastre, que el país tiene la mayor inflación del mundo, que estamos al borde del colapso, sin decir en sus opiniones, por ejemplo, que Venezuela es el único país en el mundo que ha edificado un PIBS, léase: Producto Interno Bruto Social, donde 72,2 % define la orientación del gasto y el presupuesto hacia lo socialmente necesario.
