"Los bárbaros que todo lo confían a la fuerza
y a la violencia nada construyen,
porque sus simientes son de odio."
José Martí
A las cuatro de la tarde del día miércoles, estuve en un conocido y concurrido centro comercial de la ciudad de Araure, con un nombre muy llamativo: "buenaventura" a solucionar una falla de mi anticuado celular, en una tienda de artículos de computación, en el cual, he venido cultivando cierta amistad, con los empleados, y propietarios, siempre muy receptivos para hablar de futbol y algunos temas relacionados con el comercio. Uno de los jóvenes, quien siempre se muestra muy atento con la clientela, estaba deleitándose con el sofisticado "Aifon", dejando escapar una sonrisa, muestra de alegría, con los ojos agrandados al ver embelesado, un mensaje recién llegado con su respectiva gráfica de uno de los tantos, hechos vandálicos en un centro comercial del estado Miranda, por pequeños grupos de opositores, lo que ahora conocemos, como las salvajes "guarimbas".
Al ver la actitud del joven, callé, para no caer en la confrontación por la forma tan indolente, y llena de satisfacción al recibir la noticia. Me limité hacer algunas explicaciones muy generalizadas. En ese momento me vinieron a la mente, las mentiras de los dirigentes opositores, tratando de justificar las barbaridades de los últimos días. Trate de no perder la serenidad, poniendo en práctica un pensamiento de Marco Porcio Catón: "La primera virtud es frenar la lengua, y es casi un dios, quien teniendo razón sabe callarse". Lo cierto del caso, es, que seguí observando la manera, como se deleitaba el empleado a través de las llamadas redes "sociales", como si estaba en una sala de cine, viendo una de las tantas películas filmadas en los Estados Unidos, atrayendo a millares de jóvenes, quienes se transforman en unos verdaderos fanáticos, hasta convertir a los protagonistas principales de esos filmes en unos ídolos.
Nadie puede entender la reacción de estas personas– a excepción de los autores, e incitadores de la violencia–, regocijándose con hechos por demás bochornosos al destruir bienes del estado (Autobuses, escuelas y liceos), y muchas veces atentan, contra propiedades privadas al saquear tiendas, y supermercados. Todo el mundo sabe, como el odio, cuando llega a su máxima
expresión, no respeta nada, menos, al combinarse con las drogas, o el alcohol, detonantes utilizados en muchas refriegas callejeras, dejando en la mayoría de los casos, resultados inesperados, alarmando a cualquier pensante comedido.
En todo esto, juega un papel fundamental la difusión en las redes–comunicación relámpago– como pretendieron hacer con el hermoso acto, en San Félix (Estado Bolívar) cuando un pequeño grupo–5 jóvenes– llegaron a lanzar algunos objetos al Presidente Nicolás Maduro, para luego difundir un video cargado de mentiras –una verdadera explosión mediática– para beneplácito de los verdaderos responsables de estos hechos.
Los autores–tantos activos, como pasivos– han venido sometiendo a la población en general a la violencia física y psicológica. Nadie se escapa de las redes sociales. ¿Quién puede entender la actitud de la Conferencia Episcopal Venezolana? Esa organización, cada momento lanza sus mensajes a través del "twitter" cuestionando la actuación de los organismos de seguridad del estado – cuando algunos funcionarios se extralimitan– pero en ningún momento tocan la acción vandálica por parte de la oposición.
El Cardenal Jorge Liberato Urosa Savino, ha mantenido una actitud totalmente contraria al Papa Francisco, mientras este se encuentra en una verdadera cruzada por la paz, el señor Liberato, no se libera de su odio contra el gobierno de Nicolás Maduro, la misma actitud asumida, frente al Comandante Chávez, quien mantuvo la ecuanimidad, cuando este sacerdote, fue elevado al título que hoy ostenta. Lamentablemente ha convertido la iglesia es una trinchera, usando el sermón y las redes sociales de "armamento" muy sutil en contra de la verdadera función de la religión católica, todo lo contrario de Jesús de Nazaret, quien la defendió con amor y pasión, sin poder evitar ser crucificado por los UROSA SAVINO de su época.