¿Qué diferencia en Venezuela a los ricos (y quienes ambicionan serlo) de los pobres (y quienes no quieren serlo)? Desde la época colonial, la degradación moral es uno de los estereotipos creados y atribuidos generalmente a estos últimos, calificados de gente de baja calaña (en otros casos, ralea), producto de su falta de autoestima, su ignorancia y su convivencia diaria con la pobreza. Arriba estaría la gente de bien, ejemplar, ilustrada y de altos quilates éticos y morales, llamada a dirigir, por ende, el destino común de la nación. Sin embargo, frente a los acontecimientos producidos en los últimos meses, toda esta visión sesgada tradicional de la realidad socioeconómica nacional se ha venido a pique. Quienes se jactan de pertenecer a los altos estratos sociales y económicos han dejado ver, públicamente, de qué madera están hechos, actuando con la mayor impudicia posible, a tal nivel que muchas personas no saben si reír o escandalizarse ante sus extravagancias cada vez que la dirigencia antichavista les convoca a protestar contra el gobierno de Nicolás Maduro; repitiendo imágenes y esquemas que bien pudieron funcionar en otras latitudes, pero que son ajenas a la idiosincrasia venezolana.
Aun así, diferentes medios destacan este tipo de actuaciones como algo absolutamente válido en la lucha contra la «dictadura madurista» y la defensa de la Constitución; dejando entrever, además, que ella cuenta con el ciento por ciento del apoyo del pueblo mientras el chavismo gobernante carece de un mínimo porcentaje de apoyo, lo que implica que -en un corto plazo, ése es el vaticinio de los expertos consultados en dichos medios- éste sería derrocado y reemplazado por un gobierno de verdaderos propósitos políticos democráticos, a la usanza de los existentes en Argentina o Brasil, por no mencionar los de Colombia y Estados Unidos, paradigmas de lo que debiera ser uno similar en este territorio bolivariano. Por eso, estas personas (luciéndose ante las cámaras de sus amigos y periodistas) suponen y están convencidas que lo justo de esta lucha les permite echar mano de todos los recursos disponibles, sin importar que los mismos atenten contra la ley y causen la muerte de sus semejantes, muchos de ellos ajenos al escenario de confrontación política que se intenta generalizar.
Dicho comportamiento evidencia, sin duda, una psicopatía o idiocia, no obstante los títulos universitarios que algunas de estas personas puedan exhibir con justificado orgullo; lo cual es digno estudio de parte de las diferentes ciencias sociales, sirviendo de base para un mejor entendimiento respecto a los motivos reales que impulsan la «resistencia» opositora. Cabe entender si el hecho de desnudarse y defecar en la vía pública, a la vista de todo el mundo, refleja o no algún tipo de daño cerebral o, sencillamente, es parte de un deseo largamente reprimido que, en las circunstancias actuales, pudo al final aflorar, liberando a sus protagonistas de una pesada carga emocional. También se podrá concluir, someramente, que se tenga la intención que entre los chavistas ocurra algo parecido; igualándose ambos bandos en un torneo de nunca acabar en cuanto a muestras de estupidez y de falta de valores, convirtiendo la convivencia y la tolerancia democráticas en una cuestión inexistente y despojada de significado alguno.
Posiblemente esto sea parte del mensaje que se le quiere transmitir a las nuevas generaciones, sin estimar sus eventuales consecuencias, en una tierra de nadie, donde -pese al orden jurídico vigente- toda inmoralidad, toda violencia terrorista y toda violación de los derechos humanos de quienes no comparten sus intereses y su ideología, es impunemente permitida. A este paso, acaecería lo previsto por el Libertador Simón Bolívar, en su Carta de Jamaica, respecto a que... Para los ricos (y quienes ambicionan serlo), lo mismo que para la élite gobernante estadounidense, esto será lo mejor que suceda, en bien de sus respectivos intereses. ¿Qué relevancia tiene la matanza de unos «cuantos» demonios chavistas si la misma se produce en beneficio de su altruismo y su «fe» democrática? Cosa semejante se hizo sin escándalo alguno (incluso de la jerarquía eclesiástica católica, convertida en un factor político innegable) en Alemania bajo el régimen nazi, en Italia con el fascismo, en España con Franco, su «caudillo por la gracia de dios» y en Chile, sometido -por voluntad del imperialismo gringo- al mando «benévolo» del general Pinochet. De este modo, cualquier tentativa de agresión física y de asesinato, independientemente de cuál sea la edad y la condición social de las víctimas (seleccionadas o al azar), la solicitud a gritos (y oída con suma atención en Washington) de una invasión militar yanqui que extermine de raíz al chavismo plebeyo; la destrucción deliberada de bienes públicos que benefician, principalmente, a los sectores populares de bajos recursos económicos; y las faltas a la moral y las buenas costumbres, tendrán un asidero, más que legal o legítimo, irreprochable. Todo sea por la consecución de la paz, la libertad, la democracia y el derrocamiento final de la «dictadura madurista».-