Como se revelara luego, los asesinatos durante el golpe de Estado del 11 de abril de 2002 fueron premeditadamente planificados por quienes conspiraban desde hacía tiempo para derrocar al gobierno de Hugo Chávez. Algo que fuera fomentado sin censura alguna por diferentes medios impresos, televisivos y radiales con el claro objetivo de preparar y explotar los resentimientos albergados por las otrora "indiferentes" burguesía y clase media del país; en una confabulación multifactorial que hizo pensar a muchos en una reedición exitosa de lo ocurrido al Presidente Salvador Allende en Chile.
En la actualidad, sin pausa alguna, los mismos actores de la conspiración antichavista de 2002 siguen el mismo guión aplicado entonces, buscando multiplicar esta vez las movilizaciones y la violencia homicida de sus seguidores, a tal grado que sus motivaciones políticas dieron paso a un juego macabro en el cual resaltan el racismo y el sadismo como rasgos más visibles de su estrategia para acabar con Nicolás Maduro y el chavismo. En correspondencia con esto, es apropiado citar lo escrito por Luis Britto García en su libro Dictadura mediática en Venezuela (Investigación de unos medios por encima de toda sospecha) respecto a que "los medios de comunicación de masas tienen como figura retórica favorita la reiteración: la infinita repetición de un contenido. Una vez que se articula la estrategia de culpar al gobierno de los muertos que la oposición causa, el procedimiento se repite hasta el cansancio". Dicha afirmación refleja una situación que permanece inalterable, replicada por medios y redes virtuales locales e internacionales, contribuyendo a distorsionar y encubrir la verdad de los sucesos, siguiendo esquemas aplicados en Ruanda, Yugoslavia y otras naciones envueltas en guerras y limpiezas étnicas.
Se instaura así una polarización mediática, sin espacio para la disidencia existente en relación a uno u otro bando en pugna. Se cumple, en este caso, algo ya referido por Gabriel Levinas, en Periodismo, la obsecuencia debida, donde "los multimedios deciden, por ejemplo, a qué políticos se les otorga espacio y a cuáles se oculta o disminuye su presencia en los medios"; una cuestión nada novedosa, pero que tiene sus efectos -quiérase o no- en la psiquis colectiva, dando por hecha, o deducida, la inexistencia de otras opciones políticas factibles, persuadiendo a la colectividad en general sobre la inviabilidad de soluciones legales, pacíficas y consensuadas respecto a la conflictividad producida.