Manuel Rosales rodó en Catia

Minutos antes de las escaramuzas entre vecinos de Boquerón y los escoltas de Manuel Rosales, Willians Ojeda arengaba a un escuálido grupo de seguidores señalando la importancia de la concentración y la serenidad ante una posible agresión hacia el candidato. No olviden, decía, que ante cada agresión subirá como la espuma la candidatura de Rosales.

Poco después se producía el enfrentamiento y Globovisión –siempre oportuna- dramatizaba la situación de tensión –música macabra incluída- con tomas hechas desde una moto en movimiento, con acercamiento y alejamientos rápidos desde la cámara que generaban un clima de tensión y de zozobra.

El candidato, presa de terror real o fingido, abandona a sus seguidores y corre raudo en camioneta blindada, protegido por gualdaespaldas, agentes de la PM y de la Disip. Sus acompañantes, abandonados de sus dirigentes, bajan del cerro por sus medios, sin consecuencias lamentables.

Seguidamente, con la asistencia de medios nacionales e internacionales, la consabida rueda de prensa, las acusaciones infundadas, las poses de gallardo combatiente. "Me quieren desaparecer", "me tendieron una emboscada", "Chávez es el responsable", "si me matan el pueblo saldrá a la calle a vengarme y tumbará a este gobierno", etc.

Todo luce a show

En el mercado inmobiliario o en la bolsa de valores se suele hablar de burbujas para referirse a la subida de precios de inmuebles o de acciones gracias a la habilidad de corredores que mediante compras especulativas impulsan hacia arriba la cotización, arrastrando con ello a ingenuos inversionistas que, ilusionados por el movimiento del mercado, se anotan a la burbuja, esperando obtener fabulosas ganancias. Pero, tarde o temprano, termina por estallar el artificio y, para desesperación de quienes comprometen sus recursos, el precio en cuestión termina cayendo en picada ocasionando graves pérdidas.

En el caso de Manuel Rosales, el artificio ha estallado antes de tomar cuerpo. Su comando de campaña había pretendido venderlo como un candidato esperado por las masas irredentas que le saludarían afectuosamente a su paso y los más humildes habitantes de los barrios de nuestras ciudades saldrían de sus casas a abrazar y a aplaudir al esperado mesías.

Pero, no resultó así. La gente que después de cuarenta años de indiferencia de gobiernos adeco-copeyanos ha experimentado el poder de la participación y los beneficios de una gestión que ha hecho de los problemas de los humildes su centro de acción de gobierno no podía menos que gritar su rechazo al paso de un candidato que tiene, entre otras troneras morales, el remoquete de ser uno de los firmantes del Decreto Carmona que –recuerden lo bien- abolía de un plumazo las instituciones democráticas de nuestro país y convertía en perseguidos a los representantes del pueblo.

Los estrategas diseñan entonces la patraña de la emboscada. Previendo el rechazo que sufriría el candidato, deciden aprovechar los gritos y las expresiones de repudio de la gente para crear una sensación de pánico, de agresión y victimizarlo con un supuesto atentado de las "hordas chavistas". Corren, lanzan algunas piedras, disparan al aire, las cámaras de televisión hacen el milagro de dramatizar y exagerar un episodio intrascendente, la rueda prensa, la noticia circulando por el mundo, etc.

Quizás, en algún otro sector de alguna gran ciudad esta patraña hubiese tenido éxito. Pero no en Catia donde, además del decidido apoyo al proceso bolivariano demostrado con creces en el comportamiento cívico y combativo durante el golpe de Estado de abril del 2002, la gente tiene conciencia y experiecia política para desenmascarar a los farsantes y no dejarse manejar por "sesudos" técnicos de la conspiración y el sabotaje.

Los catienses tenemos ojos y capacidad para desmontar el teatro insulso de políticos sin mensaje ni arraigo entre la gente.

Saldo en rojo

El saldo de la jornada fue rojo. Pero no el rojo sangre que pretendían los opositores –no hubo heridos ni muertos- sino el que suelen utilizar los contadores para señalar las pérdidas en un balance.

1. El candidato Rosales, al huir despavorido en un incidente nimio e intrascendente, lució cobarde, sin presencia de ánimos. Esta imagen la refuerzan sus declaraciones incoherentes y destempladas ante los periodistas, con poses de valentía fuera de lugar y a destiempo.

2. El lider Rosales abandonó su gente a su suerte, dejándola en manos de los supuestos agresores, sin orientación y sin respaldo, provocando la sensación de "sálvese quien pueda" en una situación de crisis.

3. El comando de campaña de Rosales se expone ante el país como lo que es: Teatrero, artificioso, armador de tramoyas y shows mediáticos, sin credibilidad alguna. En fin, nada que ver con proposiciones políticas fundamentadas, dirigidas a aglutinar al pueblo en torno a un proyecto de país viable, justo y solidario.

4. El país se entera de que el candidato Rosales visita los barrios acompañado de una raquítica comitiva de seguidores y guardaespaldas empistolados que contrasta con la sólida presencia de vecinos que le expresan su rechazo, gritan consignas chavistas y muestran afiches y pancartas con la figura del líder Chávez.

Como para desesperarse…

catiarebelde@gmail.com


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Rafael Hernández Bolívar

Psicología Social (UCV). Bibliotecario y promotor de lectura. Periodista

 rhbolivar@gmail.com

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